Cada 21 de marzo, la figura de Benito Juárez se evoca con solemnidad. Su legado, sin embargo, no debería ser solo una referencia simbólica, sino una guía para reflexionar sobre la vigencia del Estado de derecho en nuestro País. Juárez vivió tiempos de crisis, en los que la aplicación de la ley no solo era una necesidad, sino un desafío constante ante el poder de facto y los intereses de grupos que se resistían a perder privilegios.

Hoy también se enfrentan dilemas jurídicos y políticos que reflejan una tensión similar. La legalidad no siempre avanza de manera clara ni con consensos definitivos. Existen decisiones que parecen obedecer más a coyunturas políticas que a criterios estrictamente jurídicos, lo que pone en duda la solidez de nuestras instituciones. La división de poderes, en teoría tan clara en la Constitución, a menudo se ve distorsionada por interpretaciones que favorecen intereses particulares en lugar del bienestar colectivo.

Si algo enseñó la historia juarista es que las leyes no pueden ser instrumentos a conveniencia. Su legitimidad radica en su aplicación imparcial y en la certeza que brindan a la ciudadanía. No basta con enarbolar su imagen o repetir frases célebres; el verdadero homenaje a Juárez es defender la justicia sin titubeos, aunque ello implique ir contra la corriente.

No está de más decir que esto es a título personal.

6x6: El 21 de marzo también marca diez años sin el Hijo del

Perro Aguayo, uno de los últimos grandes rudos de la lucha libre. Su estilo feroz y entrega en el ring dejaron huella. A una década de su partida, la arena aún extraña sus ladridos de batalla.

¡Saludos!

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