A una semana de que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador llegue a su fin, es el momento de hacer un balance ponderado de su administración, marcada por transformaciones profundas y retos complejos. En estos seis años, el País ha sido testigo de importantes avances en algunos rubros sociales y económicos, mientras que persisten desafíos que siguen generando debate y preocupación.
Uno de los mayores triunfos del gobierno de López Obrador ha sido la notable disminución de la pobreza y el cierre de la brecha de desigualdad. Gracias a programas como ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ y la pensión universal para adultos mayores, millones de mexicanas y mexicanos han tenido acceso a recursos básicos que, aunque muchos no lo crean, mejoraron sus condiciones de vida. Este enfoque en los sectores más vulnerables ha permitido una redistribución de la riqueza más equitativa, brindando a las clases populares una voz más prominente en el escenario político y una mayor accesibilidad a programas sociales.
Otro logro indiscutible es el aumento del salario mínimo, que ha visto incrementos históricos bajo esta administración.
En el enfoque de proyectos transexenales, como el Tren Maya y la refinería Dos Bocas, estos representan un cambio significativo en la visión de largo plazo para el desarrollo del País. Por primera vez, se han impulsado mega proyectos con la intención de consolidar la infraestructura nacional, promover el desarrollo regional y fortalecer la soberanía energética.
La economía ha mostrado una notable resistencia a pesar de la pandemia. Aun cuando muchas economías globales luchaban por recuperarse, México logró mantener un crecimiento constante y una estabilidad que muchos no esperaban.
Sin embargo, no todo ha sido sencillo. Uno de los grandes retos que tuvo este sexenio es el tema de la seguridad.
Es importante reconocer que Andrés Manuel López Obrador hizo lo que estuvo en sus manos frente al gran desafío que heredó de las administraciones anteriores. La violencia y el crimen organizado eran problemas profundamente arraigados en el País, y aunque la creación de la Guardia Nacional y los esfuerzos por pacificar México fueron pasos importantes, los resultados tal vez no fueron los esperados debido a la magnitud del problema.
López Obrador se enfrentó a un escenario complejo, con años de deterioro en las instituciones de seguridad y un entramado criminal que no podía desmantelarse de la noche a la mañana. Sin embargo, la política de no confrontación directa con los cárteles, basada en el lema ‘abrazos, no balazos’, buscaba un enfoque más humano. Esta estrategia ha sido debatida, pero no se puede negar que fue un intento genuino de abordar un problema multifacético con soluciones que no necesariamente implicaran más violencia.
Ahora, el gran reto de la pacificación recae sobre la Presidenta electa Claudia Sheinbaum, quien tiene la oportunidad de construir sobre los cimientos que dejó López Obrador. Sheinbaum deberá enfrentar la enorme responsabilidad de continuar con la visión de AMLO y lograr la estabilidad y paz que él hubiera querido para México. La estrategia requerirá tanto voluntad política como una cooperación efectiva entre las fuerzas de seguridad y el gobierno, junto con la participación de la sociedad en su conjunto.
Es innegable que el tema de la seguridad sigue siendo una tarea pendiente, pero también lo es que López Obrador hizo importantes avances, y dejó un legado de honestidad y compromiso en este aspecto que puede ser el punto de partida para el éxito de la futura administración.
El sexenio de Andrés Manuel López Obrador ha dejado huellas profundas en la vida política y social del País. Sus logros en términos de reducción de la pobreza, aumento del salario mínimo y creación de proyectos a largo plazo son innegables. No obstante, los desafíos en seguridad y polarización política siguen presentes, marcando tareas pendientes para las futuras administraciones.
No está de más decir que esto es a título personal.