Hombre trabajador ha hecho de su puesto de lustrador de calzado todo un centro de información social y de políticas, de los problemas de Cuernavaca y de la inseguridad en la entidad. Luis Valdos nació el 19 de agosto de 1966 en la colonia Amatitlán en Cuernavaca, Morelos. Su papá se llamaba Luis Valdos Coria quien fue zapatero de oficio y trabajaba a domicilio arreglando zapatos y sandalias de todo tipo. Su mamá se llamaba María de Jesús González Lua y se dedicaba al hogar
Luis estudió contabilidad en el Instituto Comercial Hidalgo de la avenida Morelos Centro. Se recibió de Contador Privado y durante tres años se puso a trabajar en un despacho de contadores que se encontraba en el Casino de la Selva. La oficina era del Contador Público don Fausto Torres y ese mismo despacho llevaba su nombre. Se refiere a don Fausto, como un gran profesionista y un magnífico patrón.
Luis comenta que en ese tiempo llevaban la contabilidad de muchos comercios e industrias de Cuernavaca, pues era uno de los más famosos despachos de contabilidad de la época. Al morir don Fausto en 1985, Luis quedó desempleado e ingresó al Sindicato de Lustradores de Calzado del Centro, donde lleva 35 años de trabajo.
Nos dice que ha conocido a grandes personalidades de la sociedad de Cuernavaca, artistas de todo México y turistas que llegaban en aquel tiempo a gozar de la ciudad.
Conoció a Laura Abundes Toledo en 1987, mientras esperaban ser atendidos por el cajero de Bancomer. Al salir del banco la invitó a tomar un refresco al kiosco del Jardín Juárez y al poco tiempo de ser novios, contrajeron nupcias en la Parroquia de San José en el Calvario, ceremonia que fue presidida por el sacerdote Rafael Bermudez.
Nos cuenta que fueron a Acapulco de luna de miel. Tuvieron dos hijos. El 20 de febrero de 1988 nació el pequeño Luis y el 5 de agosto de 1993 nació su hija llamada Esmeralda. 
Su hijo Luis es Ingeniero en Sistemas Computacionales y actualmente trabaja en esa área de la  tesorería del H. Ayuntamiento de Cuernavaca. Esmeralda se acaba de graduar como Licenciada en enfermería por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y está a punto de obtener su título. Luis dice orgullosamente, que gracias a su trabajo pudo salir adelante con los gastos de la casa y con las carreras universitarias de sus dos hijos.
Junto con él, son siete hermanos: Jorge Alfonso, María de Lourdes, Diana, Luis, Fernando, Rogelio y Ricardo. Todos ellos habitaban en Xochitepec y vivieron en un terreno donde su mamá compró una casa para ella y sus siete hijos. Toda la familia llega a la casa de su mamá. Su hermana María de Lourdes es maestra, tiene dos hijas y está casada con el también profesor Antonio Palma. Ellos viven en Toluca, Estado de México. Diana tiene dos hijos, está casada con Alfredo Zuñiga y viven muy felices en Iguala, Guerrero.
Luis sigue muy contento con su trabajo de lustrador de calzado y tiene su casa en Lomas del Pedregal de la colonia Lomas de Cortés. Su padre, don Luis, murió en el 2003 a los 75 años de edad de una enfermedad crónica y su mamá, doña María de Jesús, falleció en 2016 de un mal incurable.
Recuerda de cuando su mamá los llevaba de paseo, si es que todos se portaban bien. Aunque al saber que podíamos salir de viaje, todos andábamos como angelitos. Comenta. Nos dice  que eran unos viajes muy emocionantes cuando iban en tren hasta Zamora, Michoacán, donde vivía la abuelita materna, y ahí siempre la encontraban con un montón de tíos y tías. Su abuela, Natalia Lua Cejas tuvo 25 hijos y falleció semanas después de cumplir los cien años. “Era una mujer maravillosa y muy trabajadora”, dice Luis recordándola con cariño.
En Zamora iban al pueblo Ixtlán de los Hervores que estaba cerca de la ciudad y los ponían a recoger y limpiar fresas para venderlas en su puesto de frutas de todo tipo, pero en especial vasos de fresas con crema, siendo estas las más solicitadas. Dice que a pesar de no saber leer, a su abuelita le encantaba viajar de Michoacán a Xochitepec y se dejaba llevar por el color de los camiones hasta llegar a su destino.
La mamá de Luis trabajaba cuando había pocas entradas. La hacía de cocinera y de todo tipo de servicio en las casas de artistas como Silvia Pinal, Verónica Castro, Alberto Rojas El Caballo, haciendo la comida y limpiando la casa.
La contrataron como cocinera en “El Gran Mesón” en la calle guerrero de Cuernavaca y el último trabajo que tuvo fue en Acatlipa en el restaurante El Paraíso, propiedad de Cesar Cruz.
Durante todos esos años de trabajó como lustrador de calzado, ha aprendido mucho de política, porque a pesar de no estar dentro de ella, escucha las pláticas de los que trabajan en gobierno, los que llegan criticándolo, así como los que lo defienden, no importa quien este en el poder, pero cada quien tiene su punto de vista diferente.
Cuenta que hasta se entera de las noticias internacionales, ya que mientras no tiene clientes se pone a leer el periódico que todas las mañanas le llegan a regalar para que se entretengan quienes vienen a bolearse y a veces se ponen a platicar sobre el tiempo o las necesidades que tiene Cuernavaca de limpieza y seguridad. Luis defiende al presidente Villalobos, quien ha revivido la costumbre de lavar el Jardín Juárez con todo su equipo de limpieza y por supuesto que los lustradores cooperan con la mano de obra. 
Luis Valdos conocía al gobernador Antonio Riva Palacio, porque él llegaba casi todos los días a darse una boleada con él, quien tenía su cajón frente al Cine Ocampo, pero luego se cambió con Beto Corripio al lado de la calle Guerrero, porque donde estaba Luis le traía tristes recuerdos del día en que la marquesina del teatro se desprendió, matando a su hijo Antonio.
Luis nos hace recordar que el día del sepelio del joven Antonio, ninguno de los del Sindicato fueron a trabajar porque lo quisieron acompañar en su dolor y continua diciendo que ese fue el sepelio más numeroso y triste del que jamás hubieran visto. 
Siguió contando que don Antonio los ayudó como ninguno. Cada 19 de septiembre, fecha de nuestra fiesta de aniversario, nos llevaba a festejarla al Club de Leones y además de pagar todo, agregó que los llenaba de regalos a pesar de que eran 50 lustradores, junto con todas sus familias, quienes eran más de cuatrocientas cincuentas personas.
Luis se siente muy orgulloso de haber sacado a sus hijos adelante y repite que le da gracias a dios porque les supo dar una carrera universitaria y de quienes ha recibido el honor de que sus dos hijos sean gente de bien, gracias a su ejemplo familiar y a su trabajo como lustrador de calzado durante tantos años.
Hombre de pocas palabras, entregado a las necesidades de sus hijos y a su trabajo, es un magnifico Cuernavacense

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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