Una de las razones por las cuales el futbol llegó a convertirse en el deporte más popular del mundo fue que sus reglas, desde un principio, eran muy simples.

El balompié tiene la peculiaridad de que se puede jugar, incluso a un altísimo nivel competitivo, sin conocer las reglas. Digo, se trata solamente de no tocarlo con la mano y tratar de anidar la esférica en el marco contrario y ya está. Cualquiera puede jugarlo.

Imagínense ustedes a alguien tratando de jugar profesionalmente futbol americano o beisbol sin conocer el reglamento. Son deportes tan complejos, que no resulta fácil empezar a comprenderlos.

Una de las infracciones, balompédicas, que más polémica han causado a lo largo de los años, es precisamente la violación a uno de sus principales fundamentos ¡No tocar el balón con la mano!

Cuando yo era niño, las únicas manos que eran sancionables eran “las manos intencionales”, lo que le daba al nazareno una discrecionalidad omnipotente para juzgarlas, lo que contribuyó generosamente a ponerle la sal, la pimienta y la maledicencia a nuestro querido deporte.

Luego, cuando principiaron los cambios, en un vano intento de alcanzar “el sueño imposible de unificar los criterios”, se modificó la palabra “intencional” por el vocablo “deliberada”; pero, según mis cuentas son sinónimos, por lo que se quedaron muy lejos de alcanzar su propósito.

Pero cuando sí “nos la jugaron al hueco”, fue cuando empezó el cambiadero de reglas, hace apenas un par de años. Según esto, querían que las normas fueran más claras, de modo que cualquier aficionado común (y no solamente un experto) fuera capaz de entenderlas ¡Sí, Chucha!

Ya habíamos pasado por: 1) La mano intencional y 2) La mano deliberada, para que, con las modificaciones implementadas hace un par de años, nos incorporaran (con el afán de hacerla regla “más entendible”) otros tres tipos de mano: 3) La mano voluntaria 4) La mano antinatural y 5) La mano fortuita ¡Tómala!

Actualmente existen tres tipos diferentes de “mano” que un futbolista puede cometer. Lo malo es que, por ejemplo, las manos fortuitas, unas sí se sancionan y otras no. Las antinaturales, resultan ser un verdadero galimatías el acertar cuáles lo son y cuáles no. De manera que, regresamos al principio de los tiempos en donde la discrecionalidad de los colegiados sigue siendo omnipotente.

Lo bueno, es que quisieron hacer la regla más comprensible, imagínense qué hubiera ocurrido si la hubieran querido hacer…  más compleja.

 

Eduardo Brizio

ebrizio@hotmail.com

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