Un día quiso el destino que este cuerpecito jaranero se trasladara a la fronteriza Tijuana para dirigir un partido de la Primera “A”.  A las puertas del hotel abordé un taxi y le pedí que me llevara al estadio. Casi de inmediato me tomé el atrevimiento de preguntarle si Lomas Taurinas quedaba por el mismo rumbo que tomaríamos hacia el inmueble futbolero, “Uuuy señor no, queda completamente del otro lado”. Me explicó que nos tomaría como una hora ir hasta allá y luego al estadio. A sabiendas de que tal vez esa sería la única oportunidad que tendría, sin dudarlo, le pedí que me llevara primero al lugar en donde ocurrió el “magnicidio”.

Los taxistas saben de todo, al igual que los peluqueros y me empezó a platicar de aquel fatídico día y a darme su docta opinión: “ la organización de choferes a la que pertenezco nos obligó a irle a hacer valla en la carretera. Así que yo lo vi pasar cuando venía del aeropuerto”. “Ya luego, cuando quise llegar al mitin, no se podía ni pasar de tanta gente, por lo que me fui a su humilde casa, -continuó con su relato-. Iba llegando cuando en las noticias me enteré del atentado”.

“Mire, ese asesinato lo cometieron para que agarraran al culpable. Usted va a ver, es una hondonada en donde lo pudieron venadear, desde cualquier lado”. Al tiempo que me explicaba: “nooo, esto ya lo cambiaron toditito, -ya lo pavimentaron-; antes era pura terracería. También hicieron la explanada y pusieron una estatua de él, ahí mero, en donde le dispararon”. Mientras, ya en el lugar de los hechos, me daba santo y seña de cómo había ocurrido todo.

Le pedí que me dejara solo unos minutos, los cuales aproveché para dar cumplimiento a una promesa personal que me había hecho el día que, por la televisión, observaba horrorizado la forma cobarde en que lo asesinaron: la de llevarle hasta ese sitio un Padre Nuestro y un Ave María; no al candidato, sino al ser humano que había sido privado de la vida. Aún emocionado, me subí al taxi para continuar mi camino hacia el estadio, para realizar una de las actividades más hermosas que hay sobre la faz de la tierra… ¡pitar un partido de futbol!.

Tal vez, si hace 25 años Luis Donaldo Colosio hubiera llegado a la presidencia, tendríamos otro país, - para bien o para mal, no lo sé-. Lo que sí me atrevo a aseverar es que hubo un antes y un después. El día que lo mataron nació el México violento o, al menos, esa es mi percepción: el de los asaltos cotidianos, el del crimen organizado, el de los secuestros exprés, el de los ajustes de cuentas… El que no queremos.

Reglas y reglazos
Eduardo Brizio
ebrizio@hotmail.com

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