El pasado miércoles tuve un amargo despertar, cuando al levantarme tomé mi celular y me percaté que extrañamente había más de 50 mensajes de whatsapp sin leer en el chat que tenemos los comentaristas de TUDN, las lágrimas rebozaron mis ojos al abrir el primero de ellos.

El mensaje era de mi gran amigo Toño Nely, en donde se podía leer textualmente: “Compañeros les comunico con gran tristeza que Mario Castillejos se nos adelantó en el camino. Falleció en la madrugada de un infarto QEPD”

Echando a volar la sinceridad, no lo podía creer, por un momento desee con todo mi corazón que eso no fuera verdad y se tratara de un sueño, o mejor dicho, de una pesadilla.

Desafortunadamente, los otros cuarenta y tantos mensajes no solamente confirmaban la fatídica noticia; sino que, mostraban el sentimiento de sorpresa y dolor que nos invadía. Sin mencionar las muestras de cariño, respeto y admiración que unánimemente se expresaban en memoria de nuestro finado colega.

Si apenas el pasado sábado fue día de su cumpleaños. Había completado 60 primaveras, por lo que me permití enviarle un mensaje fraterno para felicitarlo: “Ojalá y te alcance el aire para apagar tantas velitas… pero sobre todo que no te encuentres con la mata viejitas” … ¡Abrazo de gol querido Mario!

A los pocos minutos recibí su cordial respuesta: “Jajajaja soplo y soplo bien abrazo Lalo” y un emoji que mandaba un besito cerraba el mensaje. Que lejos estábamos de siquiera llegar a imaginar que esa sería la última conversación que ambos sostendríamos.

Suele suceder que cuando alguien se nos adelanta en el camino todo el mundo habla maravillas de él. Dicen por ahí que: “Quieres que te conozcan tus virtudes; ¡Muérete!... ¡Quieres que te conozcan tus defectos; ¡Cásate!, y es que la sabiduría popular se equipara a la filosofía.

Sin embargo, no creo que este sea el caso del personaje que hoy nos ocupa; toda vez que: con su bonhomía, su don de gentes, pero sobre todo con su buen corazón y la convicción que siempre le caracterizó, se convirtió en un singular personaje que ganó afectos en su paso por el planeta azul.

Fue requerido por aquellos lares para quehaceres más importantes. Para los que lo tuvimos la dicha de cruzar una parte del camino con él, nos queda el consuelo de que vivió intensamente un tórrido romance con el amor y la pasión de su vida… el futbol.

 

Eduardo Brizio
ebrizio@hotmail.com

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