En octubre de 1981, México vivió uno de los episodios más caóticos y memorables en la historia del rock: la llegada de Queen, en el punto más alto de su carrera, para ofrecer una serie de conciertos que quedaron marcados por la pasión, la confusión y el desencuentro cultural.
La banda británica —Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon— aterrizó en México como leyendas del rock. The Game había sido un éxito rotundo, y el país, que apenas se abría a los grandes espectáculos internacionales, esperaba con euforia ver a los creadores de Bohemian Rhapsody y We Will Rock You.
Sin embargo, lo que comenzó como una fiesta de rock se convirtió en una batalla de emociones y descontrol.
Una revolución musical que México no estaba listo para vivir
El primer concierto se llevó a cabo en el Estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, en Puebla. Miles de fanáticos llegaron desde distintas partes del país, muchos acampando durante días. Pero la organización era precaria: había sobrecupo, venta de boletos falsos y falta de seguridad.
Cuando Queen salió al escenario, el público rugió. Freddie, buscando conectar, apareció con un sombrero de paja mexicano. Un gesto inocente, pero que algunos interpretaron como burla. En cuestión de minutos comenzaron a volar botellas, zapatos y objetos hacia el escenario.
Molesto, Mercury lanzó una frase que pasaría a la historia:
“Thank you for the shoes! Goodbye, you bunch of tacos!”
El público estalló. Hubo disturbios, heridos y confusión total. La prensa mexicana describió el concierto como “una batalla campal al ritmo del rock”.
Entre el caos y la gloria
A pesar de los problemas, Queen ofreció al día siguiente otro concierto, más controlado y emotivo.
Durante esa segunda noche, canciones como Another One Bites the Dust, We Are the Champions y Bohemian Rhapsody hicieron temblar el estadio.
Aun así, el cantante prometió no volver jamás a México, una promesa que cumpliría hasta su muerte en 1991.
Con el tiempo, la gira de Queen por México se convirtió en una leyenda urbana del rock.
El eco de una noche irrepetible
Hoy, el episodio se recuerda no solo por el caos, sino por lo que representó: el nacimiento de la cultura de conciertos internacionales en México. Aquella visita marcó el inicio de una era en la que el país se abrió definitivamente al rock global.
