Para quienes están interesados en el mundo de la tecnología y la computación, no es extraña la crítica al funcionamiento del hardware moderno. Entre los precios altísimos y la falta de optimización, este tipo de equipos se ha vuelto cada vez más costoso, especialmente si se busca alcanzar un buen rendimiento.
John Carmack, conocido por ser el creador de Doom, compartió recientemente su crítica respecto a la tecnología actual, señalando que incluso el hardware antiguo aún puede ser útil si se aprovecha correctamente mediante una buena optimización.
Todo esto surgió a raíz de una publicación en X del usuario LaurieWired, quien propuso la idea del “Zero Tape-Out Day”: un escenario hipotético en el que ocurre un apocalipsis en la manufactura de CPUs, planteando la pregunta de cómo respondería el mundo de la tecnología ante la falta de nuevos y mejores procesadores.

Frente a este panorama, LaurieWired predice que los precios de las computadoras se dispararían incluso por encima del valor del oro, habría serios problemas con el almacenamiento en la nube y una escasez aún mayor de chips. Esta situación, advierte, solo empeoraría con el paso del tiempo.

En este ejercicio de imaginación, John Carmack aprovechó para lanzar una crítica al funcionamiento del hardware moderno. En su respuesta, escribió:

"Mucho del mundo podría funcionar mejor de lo que se imaginan con hardware ‘obsoleto’, si la optimización del software fuera una verdadera prioridad…”

Recordemos que Carmack es el creador de uno de los videojuegos más icónicos de la historia: Doom, título que ha inspirado el famoso lema “Si tiene procesador, puede correr Doom”, alentando a la comunidad tecnológica a hacer funcionar el juego en los dispositivos más inusuales que puedan encontrar.


Desde luego, con los videojuegos y programas actuales, podríamos pensar que es más complejo realizar ese tipo de hazañas. Sin embargo, Carmack sugiere que, ante un evento como el “Zero Tape-Out Day”, los desarrolladores podrían verse obligados a abandonar las prácticas modernas de desarrollo —que suelen exigir grandes recursos— y buscar enfoques más eficientes, que les permitan seguir innovando con el hardware ya disponible.
Esta reflexión deja sobre la mesa una pregunta clave: ¿cómo se beneficiaría el desarrollo tecnológico moderno si la optimización fuera una verdadera prioridad, en lugar de depender cada vez más de componentes de última generación, cuyos precios no dejan de aumentar?

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