En su mensaje con motivo de la Navidad, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, llamó a la comunidad católica a no reducir esta celebración a luces, cantos o elementos superficiales, sino a reconocerla como el acontecimiento decisivo que transforma la historia humana: la encarnación de Dios en Jesucristo.

Recordó que Cristo existía desde siempre y que, en el momento oportuno, entró al tiempo y al espacio para salvar a la humanidad, no como una idea lejana, sino como un niño frágil y confiado a manos humanas. Subrayó que este misterio revela a un Dios humilde y cercano, que no irrumpe imponiéndose, sino que se ofrece con ternura, incluso cuando la vida está herida.

Castro Castro advirtió que muchas veces la esencia de la Navidad se ve desplazada por símbolos ajenos a la fe cristiana, lo que provoca distracción y superficialidad. En este sentido, invitó a detenerse, bajar el ritmo de vida y escuchar el corazón, lugar donde —dijo— Dios habla y se manifiesta.

El obispo destacó que la encarnación confirma la dignidad humana y el proyecto de amor que Dios tiene para cada persona, al elegir la historia humana como lugar de salvación. Añadió que el pesebre es una escuela espiritual que enseña que lo pequeño, lo frágil y lo humilde pueden ser camino de redención, en contraste con una sociedad que privilegia el poder y el éxito.

En el marco del año jubilar dedicado a la esperanza, recordó que esta virtud no defrauda y se sostiene en la entrada de Dios en la historia.

Finalmente, llamó a fortalecer la vida comunitaria frente al individualismo, reconstruir los lazos familiares y traducir la fe en obras concretas. “La verdadera Navidad comienza cuando la fe se vive en lo cotidiano”, concluyó.

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