Premio Nacional de Ciencias y Artes de México 2020

-¿El mito está peleado con la evolución? 

-No peleado. El mito sirve para explicar el mundo a los que creen, precisamente en un mundo no evolutivo. La mitología no está separada de la religión en el sentido de que cuenta las historias de los dioses. Y ahí es donde digo que viene la necesidad de que la creencia sea de un estado fijo desde el momento de la creación. ¿Por qué? Para el que cree en el mito, si cree que nada ha cambiado y está viviendo en este mundo, puede interpretar lo que existe en su presente conociendo las historias de lo que pasó en las vísperas de que este mundo naciera. Porque cuando nació este mundo todo lo que existía antes del mundo era proteico, pero cuando el sol calentó por primera vez, todo se quedó como estaba, absolutamente. Si yo quiero saber cómo puedo aprovechar mejor los conejos, digamos es un ejemplo absurdo, ¡ah! pues me voy a la historia pre mundana del dios conejo. Lo que fue antes te explica lo que es hoy. 

 

-¿Cómo se construye esa historia? 

-Son procesos cósmicos lógicos. Obviamente, no es lo mismo el relato de una aventura, por ejemplo que el dios fulano se peleó con otro dios, y que lo hirió, que se insultaron; no es lo mismo eso, que lo que significa profundamente un mito. El mito te dice ¿qué pasó?, pero te lo dice en relatos, en aventuras, en algo interesante, si se quiere hasta literario. Cuando tú traduces eso al terreno estrictamente racional, no encuentras la racionalidad del mito, y crees que es irracional. Lo que pasa es que no es transparente. Es algo que está cargado de la estética de la palabra. Entonces tú puedes tener muchas cosas contradictorias; analicemos la historia del arca. Hay dos versiones en la propia Biblia. ¿Cuántas versiones encuentras del mito del arca de Noé? Dos. Vamos al mito del nacimiento del ser humano. También son dos; uno de ellos te dice que Adán y Eva fueron creados en el mismo momento. Otro te dice que Yahvé creó a Adán lo sumió en un sueño, le abrió el costado, sacó una costilla, y con la costilla hizo a Eva. No son historias. Son aventuras que te están cubriendo simbólicamente un sentido profundo. 

 

-El historiador por lo regular lo que busca es la comprobación, las evidencias ¿cómo le hace usted para trabajar en esta parte los mitos? 

-Es la pregunta clave. Qué versión del mito se va a tomar como la buena. Lo que estamos de acuerdo casi todos los mitógrafos, bueno más que mitógrafos, mitólogos es que no podemos interpretar ninguna versión como única. Para entender el mito tenemos que ver todas las versiones que estén a nuestro alcance porque sólo así podemos entender cuál es la verdad; digo, la verdad para el creyente. ¿Cuál es el contenido profundo de todos esos relatos que si es el mismo? ¡Ah! sólo podemos llegar a él viendo los distintos caminos, que las distintas metáforas señala a un punto interno. 

 

-Este momento que vivimos en la pandemia ¿tendrá que ver con el mito?  

-No. La palabra mito tiene muchos sentidos. Y ahorita estamos viendo únicamente este sentido de algo que se compone dentro de un campo de la creación humana que se llama mitología. Lo demás puede ser mentiras, falsas apreciaciones, pero no confundamos. Lo que pasa es que como la palabra mito está viciada desde la época de la filosofía jónica a cualquier mentira le llamamos mito. 

 

-¿Cuál de los mitos es el que más le atrae? 

-Muchos, pero tal vez algunos se vuelven hasta manía ¿por qué vemos que la luna tiene un conejo? Entonces escribí El conejo en la cara de la luna, (Ed. Era/INAH México 2012) es uno de los mitos que más me interesa porque tiene más versiones. Desde ahí señalo, por ejemplo, la versión mexica al crear el mito del conejo pintado en la luna, es la marca de un conejazo que le dieron a la luna para que no brillara tanto. 

 

Señala que los mitos se siguen creando. Dio un ejemplo del último mito que se ha encontrado del conejo y la luna, este corresponde a los tzeltales (Chiapas) y lo más extraño del caso se conjugan elementos antiguos y presentes.  Cuenta el mito que en una feria del pueblo tzeltal había una rueda de la fortuna y la gente no se quería subir porque tenía miedo. Pero una señora se subió con su hijo. El pueblo se indignó de que ellos sí tuvieran valor y los demás no, y los apedreó. Una de las piedras le pegó a la señora en un ojo, entonces se elevó la canastilla de la rueda de la fortuna donde iban madre e hijo, junto con un conejo que ocasionalmente la señora llevaba en la mano y como tenía un ojo adolorido de la pedrada, cuando llegó arriba no pudo alumbrar igual que su hijo, entonces él se transformó en sol y ella en luna. Pero la luna con menos luz que el sol. ¿Dónde quedó el conejo? No sabemos dónde quedó, pero ella está oscurecida con un conejo. 

 

La charla se alargó por más de una hora, quedaron muchas cosas en el tintero. Fue un día pesado para el historiador porque una semana antes había recibido la noticia del galardón del Premio Nacional en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, por lo que tuvo que atender entrevistas con varios medios de comunicación nacionales. Así que al despedirnos confesó de sus gustos culinarios, que van desde la comida japonesa, china, italiana, y por supuesto mexicana, “soy muy tragón, y tengo panza de antropólogo, sin ser antropólogo”, dijo. Mencionó dos lugares de México que más le gustan: obviamente, el desierto, su lugar de origen; y Oaxaca, ciudad que considera el corazón de México, desde la época prehispánica: “Es una belleza y es un centro cultural muy impresionante”.  

Por Alicia Alarcón* 

 *Escritora y periodista, es licenciada en Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Autora de “Ecos del agua” (Ed. Aplica. 1ª Edición, México 2018), y “Axólotl, entre los brazos de las Chinampas” (Ed. Secretaría de Educación Pública/IPN México 2019). 

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