La semana pasada en este espacio comenté que a finales del siglo XIX lo que actualmente es la colonia Carolina era una gran propiedad privada que perteneció a los señores Arvizu, Béistegui y Carmona; en esta finca tenían una fábrica de aguardiente que se llamaba Carolina. Se llamaba así debido a que uno de ellos tenía una hija con ese nombre. La empresa se encontraba en donde actualmente está el Mercado. Ese tramo de la actual calle de Álvaro Obregón, se conoció como “Calzada de la Fábricas”, pues a parte de “La Carolina” existían otras dos destilerías “Rancho Grande” y “San Sabino”.

En 1900, el gobernador Manuel Alarcón había mandado arreglar el sendero que se utilizaba para pasar de la ciudad al panteón de “La Leona” y que bajaba por la calle de Victoria a la barranca Analco (Actual calle Ayuntamiento). Sin embargo, este camino era muy intrincado, pues no podían pasar las carrozas fúnebres. Así que, en 1907, al crearse la comisión central encargada de los festejos de las fiestas del centenario (que realizó diversas obras en todo el estado), se decidió abrir otro camino para llegar al panteón. Este rodeaba la propiedad de la “La Carolina” y pasaba por la barranca de “La Leona”, por lo que se construyó el puente “El Centenario”, inaugurado en 1910, como parte de los festejos del centenario de la independencia.

En 1919, al terminar la revolución la fábrica “La Carolina” se encontraba abandonada, saqueada y desmantelada. El lugar permaneció así hasta 1934. 

En 1932 el rastro de la ciudad de Cuernavaca se encontraba en pleno centro, en la calle de Zarco. El lugar era desagradable, poco higiénico y mal oliente, además existían innumerables quejas por entregar carne de cerdo con cisticercos. Así que el gobierno de don Vicente Estrada Cajigal anunció la construcción de un nuevo rastro, con piso de mármol y bóveda catalana. 

Tuvieron que pasar dos años para que el municipio aprobara la construcción del nuevo rastro. El terreno en donde se construyó fue expropiado por causa de utilidad pública y era parte de “La Carolina”. El contratista fue el señor Daniel Ramos Mendoza, quien pagó el terreno “a precio de expropiación” y se le otorgó la concesión por 20 años, contrato que incluyó el servicio de pasteurización de leche, así como el servicio de distribución de carnes y sus derivados. 

La apertura del rastro se dio a finales de 1934, y se ubicaba en donde actualmente se encuentra la primaria federal Josefa Ortiz de Domínguez. 

Poco a poco se fueron asentando a los alrededores matanceros y otros trabajadores relacionados con el rastro como transportistas, curtidores, etc., o como les llamaban ahí: “rastreros”. Esto propició el paulatino crecimiento de la colonia.

Sin embargo, los problemas de salubridad no se resolvieron, la sanidad en el expendio de carne no se mejoró y la corrupción era constante. Asimismo, se contaminó aun más la barranca de “Los Caldos”, además de que tenía un fétido olor.

Otros problemas que se daban era el escape constante de animales, las amenazas de explosión de las calderas y las periódicas peleas entre los matanceros, que en muchas ocasiones utilizaban sus filosos instrumentos de trabajo para atacar o defenderse, lo que terminaba frecuentemente en asesinato. Se dice que cada uno de ellos llevaba varios “muertitos” por lo que eran conocidos como gente mala y perniciosa.

En 1942, el presidente de la República Manuel Ávila Camacho, ”obsequió” al estado (con dinero del pueblo), la escuela que lleva su nombre en la calle Centenario y que actualmente es la Secundaria Federal No. 12.

En 1948, en la esquina de las calles de Amado Nervo e Ing. León Salinas  

se comenzó a construir una iglesia que dependía de la Parroquia de “San José del Calvario”. Esta estuvo a cargo del padre Martín Rivera y en 1955 se elevó a rango de Parroquia, con advocación a “Nuestra Señora de San Juan de Los Lagos”, quedando a cargo de los padres Benjamín Ayala y el mismo Martín Rivera que permaneció en ella por cerca de 20 años. 

La fiestas de esta parroquia se celebran el 2 de febrero, “Día de la Candelaria” y durante 3 días hay chinelos, mojigangas, juegos pirotécnicos y antojitos mexicanos.

Durante el gobierno de Norberto López Avelar se pavimentaron algunas calles de la colonia y se construyó el mercado “Narciso Mendoza”, el cual fue inaugurado el 5 de febrero de 1963, ante la presencia de la señora Eva Sámano de López Mateos, esposa del presidente de la República.

Entre 1965 y 1966 siendo presidente municipal, mi padre Valentín López González, se terminó de urbanizar la colonia Carolina, mediante la introducción de drenaje, pavimentación con concreto hidráulico y guarniciones, se colocó alumbrado mercurial, además de que se construyó la glorieta frente a la calle Nicolás Bravo y Álvaro Obregón, en donde posteriormente se colocó una escultura del político y periodista yucateco “Felipe Carrillo Puerto”.

En el año de 1950 se instaló en un terreno de 1,700 metros la terminal de camiones de pasajeros “Los Chocolates”, en la calle de Amado Nervo esquina con Rubén Darío. Durante muchos años se podía ver ahí los choferes y mecánicos reparando sus unidades. Afortunadamente ese lugar desapareció. En ese lugar se construyó el “Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates”, lugar que pretende estimular el pensamiento creativo de los jóvenes Cuernavacenses. Este fue inaugurado el 19 de enero de 2018.

“La Carolina” es una colonia muy apreciada por sus vecinos y la gente que ha vivido ahí, además es y seguirá siendo una colonia con muchas historias que contar.  

El Mercado de la Carolina fue inaugurado el 5 de febrero de 1963, durante la administración del gobernador Norberto López Avelar y ante la presencia de la señora Eva Sámano de López Mateos, esposa del presidente de la República.

Por: Valentín López G. Aranda  / valentinlopezga@gmail.com

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