“O comemos o nos refugiamos en casa y morimos de hambre”, así dijo un joven limpiaparabrisas, que sale a las calles de Cuernavaca a trabajar. Y es que si la vida para estas personas que laboran limpiando los vidrios de los autos es dura, hoy con más razón, pues el temor por contaminarse del COVID-19 es un peligro latente.
Aparte de todo esto también ha disminuido la afluencia de autos y muchas personas no quieren que les limpien sus parabrisas, cuando llegan a esperar su paso en algún semáforo, se olvidan de que para ellos esta es su fuente de ingresos para apenas llevar a comer. Kevin Ortiz nos comentó “Nosotros somos acá unas treinta personas que venimos a diario a ganarnos el pan de cada día y muchos llegamos desde las siete de la mañana y nos vamos hasta que no haya luz del día y pues en estos días han pasado las patrullas diciéndonos que nos vayamos a casa, pero y quién nos va a apoyar con el sustento, yo tengo que trabajar en esto porque cuando era ayudante de albañil me caí de un andamio y me fracturé mi pierna y ahora nadie me da trabajo por eso soy limpiaparabrisas”, agregó.
Alejandro Abad, otro limpiaparabrisas y vendedor de agua, de cigarros, chicles y cubre bocas dijo, “Yo tengo siete años en este crucero de Plan de Ayala, vendiendo y limpiando los vidrios de los autos y pues al principio era un incrédulo de este virus del COVID-19, pero algunos compañeros ya han caído enfermos, ninguno ha muerto gracias a Dios, pero yo tengo dos hijos que alimentar y pues tengo que salir a trabajar para tener que comer; solo me cuido con mi cubrebocas y uso gel antibacterial, pero la situación es dura para nosotros porque la gente ya no quiere apoyarnos con nuestra pequeña labor, por eso decidí vender también así gano algo cuando menos” Finalmente Christofer Duran explicó, “ Me quedé sin chamba, por este mal del COVID-19 y tuve que buscar un nuevo trabajo.
LUIS FLORES