Durante siglos, la meditación fue considerada una práctica espiritual, una forma de conexión interior en culturas orientales. Hoy, la ciencia la observa con otros ojos. Investigaciones neurocientíficas han demostrado que meditar no solo calma la mente, sino que también transforma la estructura y funcionamiento del cerebro, con beneficios que abarcan desde la salud emocional hasta el rendimiento cognitivo.

Cambios reales y medibles en el cerebro

Estudios realizados por universidades a lo largo del mundo  muestran que personas que practican meditación con regularidad desarrollan una mayor densidad de materia gris, particularmente en regiones como el hipocampo, vinculado a la memoria y el aprendizaje, y en la amígdala, asociada a las emociones y el estrés.

Incluso con solo ocho semanas de práctica continua de meditación consciente,los escáneres cerebrales revelan cambios estructurales reales: aumento del grosor de la corteza prefrontal (área relacionada con la toma de decisiones y la autorregulación), mejora en la conectividad neuronal y una activación más equilibrada de las regiones cerebrales.

Más concentración, menos estrés

Uno de los beneficios más reportados por quienes meditan es la disminución del estrés. Esto tiene respaldo científico: meditar reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y regula la actividad de la amígdala, lo que permite responder con más calma a situaciones adversas. Al mismo tiempo, mejora la atención y la concentración, haciendo que la mente se enfoque con mayor claridad en el presente.

Emociones bajo control

Meditar no es suprimir pensamientos, sino observarlos sin juzgar. Esta habilidad se traduce en una mayor inteligencia emocional. Las personas que meditan tienden a reaccionar con menor intensidad emocional, a manejar mejor la ansiedad y a desarrollar una actitud más compasiva hacia sí mismas y los demás.

Protección a largo plazo

Con el paso del tiempo, los beneficios se acumulan. Estudios longitudinales han demostrado que la meditación constante puede ralentizar el envejecimiento cerebral, proteger frente al deterioro cognitivo e incluso ser una herramienta complementaria en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Esto gracias a la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para adaptarse, fortalecerse y regenerarse.

No hace falta convertirse en monje ni meditar durante horas. Basta con dedicar entre 10 y 20 minutos al día para empezar a notar efectos positivos. Ya sea con técnicas de respiración, atención plena o meditación guiada, los resultados pueden ser profundos y sostenidos.

 

abril  2025  - CDI Morelos

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