Fue durante una visita de Porfirio Díaz a su familia en la Ciudad de Oaxaca, cuando se reencontró con su sobrina Delfina. Esta vez ya convertida en una bella adolescente. Porfirio era 15 años mayor, la había dejado de ver cuando era una niña.
Que te traes con la Fina, si es tu sobrina, refunfuño el chato a su hermano Porfirio, y las tías cuestionaban a Delfina, que se traen tú y Porfirio, si es tu tío –Delfina era hija de Manuela hermana de Porfirio-. Lo cierto que ni Delfina ni Porfirio sabían a bien que se traían, pero como en todo lugar la gente murmuraba, verles pasear por la plaza de armas de Oaxaca, era la clara danza del cortejo entre hombre y mujer. El músico Macedonio Alcalá, observaba aquella pareja de enamorados, donde Porfirio, delicadamente la llevaba del brazo y ella se sentía plena sin importarles las miradas curiosas ni los murmullos pueblerinos. Viéndolos, Macedonio se inspiró para componer el inmortal vals titulado “Dios nunca muere”, que le había sido encargado para una virgen, y lo estrenó en honor a Porfirio y Delfina en el kiosco de la plazuela de Oaxaca. Eran tiempos de guerra, Porfirio Díaz salió al encuentro con la gloria del 2 de abril, y desde Puebla le escribe a Delfina: “ya reflexione y pensé que en mi corazón no tienes rival. Cásate conmigo, y si te niegas te adoptare como hija”. Delfina le contesta que por supuesto que sí se casaría con él. Por carta se declara el amor, por carta se corresponde al amor y por carta poder se consuma el matrimonio civil, que se llevó a cabo sin la presencia de Porfirio porque estaba en batalla, en su lugar estaba su apoderado con carta poder, corría el año de 1867. Los años pasaron y en el matrimonio hubo varios hijos, los niños al nacer vivían pocas horas, solo dos sobrevivieron, Porfirio y Luz. Un día alguien le dijo; tus hijos se mueren por qué vives en pecado al no estar casada por la iglesia y ante los ojos de Dios eso es pecado, en la iglesia dicen que vives en unión libre con un señor que es masón, que además es tu tío. Muy atormentada vivía Delfina a causa de esas acusaciones de la iglesia, un día 2 de abril de 1880 en su casa, da a luz a su octavo y último hijo. De aquella habitación sale la comadrona y le dice a Don Porfirio “ la niña murió”, y Don Porfirio le pregunta, y Delfina, como está ella, la comadrona muy afligida le contesta: “ay señor presidente, busqué un padrecito”. Delfina se estaba muriendo de fiebre puerperal, don Porfirio entra a la habitación y en el lecho su esposa casi inerte y junto a ella el cuerpo de la niña Victoria a quien tendrán que ir a sepultar, Delfina le rogó a su esposo que se casaran por la iglesia ya que se quería morir en confesión, Don Porfirio está decidido y va a tocar las puertas de la iglesia y cuando llega después de tocar le contestan: “ quién… y de afuera les responden: el General. Porfirio Díaz desea ver al arzobispo, y de adentro contestan: Dígame qué quiere señor, Don Porfirio contesta, soy el presidente: ya le dije, deseo ver al arzobispo, lo hicieron esperar en la calle más de 10 o 15 minutos, ya adentro lo sentaron en una banquita y espero a ser atendido, en la iglesia ya sabían de la situación de doña Delfina, al ser recibido por el arzobispo, Don Porfirio le dice: mi asunto es muy sencillo, fíjese que mi esposa está moribunda y... quien es señor presidente, lo interrumpe el arzobispo, mi esposa, doña Delfina, contesta don Porfirio, y el religioso le contesta: haaa la señora con la que usted vive, muy fácil señor presidente, irá un cura para que se confiese doña Delfina, se confiesa usted y los casamos en artículo mortis, para que doña Delfina pueda ir al cielo, está de acuerdo señor Presidente, si contestó el, eso es lo que quiero, muy bien pero antes un favorcito, me firma un documentito; era nada más y nada menos la abjuración a la masonería y su regreso a la religión católica, Don Porfirio Díaz, lo leyó y silenciosamente firmó. En ese mismo momento el arzobispo le dijo: señor presidente usted ya no es masón pero puede fingir serlo para que sus hermanos masones no se enojen con Usted y siga gobernando esta nación con mano dura. Finalmente el arzobispo cumple y los casa en artículo de muerte y 18 horas más, Delfina Ortega Díaz de Díaz falleció, sobreviviéndole sus dos pequeños hijos que se quedaron al lado de Don Porfirio, quien firmó dando muestra del gran amor a su siempre amada Delfina.
Sin embargo, la primogénita de Díaz, no fue con su sobrina Fina, sino con Rafaela Quiñones de Huamuxtitlán, Guerrero, a quien conoció durante la guerra. De su relación nació Amanda Díaz Quiñones, quien a los pocos años se mudó con Porfirio y Delfina. -Esta primera hija se casaría con Ignacio de la Torre y Mier propietario de haciendas en Morelos.
Al fallecimiento de Delfina, Don Porfirio se casó en 1881 con Carmen Romero Rubio, hija de uno de sus colaboradores y su maestra de inglés, Porfirio tenía  51 años y Carmelita 17, nunca tuvieron descendencia. Desde su matrimonio, los tres hijos que el General procreó con Rafaela y Delfina vivieron con ellos en una casa alquilada, en el número 8 de la calle de La Cadena –hoy Venustiano Carranza- cerca de Palacio Nacional.
Fuente, José Manuel Villalpando
P.D. Hasta el otro sábado

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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