Para la segunda mitad del siglo pasado, nuestro gentilicio “cuernavacense” se había extraviado por la numerosa migración que llegaba a la ciudad, en ese lapso, era usado solo por los oriundos que ya eran una minoría perdida en su propia ciudad. Fue cuando se trató de imponer un adjetivo que no correspondía al gentilicio original. Por tal motivo, a principios del 2008, inicié una campaña enviando a las autoridades estatales y municipales un documento aclaratorio que quedó debidamente notariado. Diario de Morelos lo publicó y realizó varias encuestas dirigidas a nativos, los resultados fueron difundidos en ese diario, es así como se empezó a reactivar nuestro gentílico cuernavacense tanto en medios masivos de comunicación, como en actos públicos, y desde entonces se viene usando otra vez de manera cotidiana.
A los cronistas nos corresponde preservar la historia, tradiciones y cultura locales, por tal, y en virtud de que todavía surgen aisladas dudas y errores sobre el gentilicio, incluyendo funcionarios que han dirigido la cultura en el Municipio de Cuernavaca, como se ve en el Tomo II de la “Colección memorias e identidad” recién publicado por el Ayuntamiento 2016-2018, el entonces Director del Instituto de Cultura de Cuernavaca, titula erróneamente en su prefacio “Por la Memoria y la Identidad cuernavaquense” -con “qu”- erróneo, porque es de elemental cultura saber que el gentilicio es precisamente el que nos aporta memoria, identidad y pertenencia, y decirlo equivocadamente por una autoridad, sobre todo municipal, enreda a sus lectores y escuchas, y más, a los no oriundos o de familias sin oriundez, pero que que se han ganado el gentilicio por adopción. Es por ello que de nueva cuenta anoto una breve síntesis de lo que he investigado para fundamentar lo dicho, y que ha sido publicado ampliamente:
Cuernavaquense con “qu” se “usa” generalmente por los no oriundos o fuera del territorio morelense porque a su leal saber y entender les suena lo más lógico. Y es así como esa palabra la registra el diccionario, pero lo marca como un adjetivo y no precisamente como gentilicio. Hay que saber que el diccionario, incluye un repertorio de palabras, solo para que podamos entender lo que leemos y escuchamos, es decir, nos indica para que son usadas, sean correctas o no lo sean. Hay que entender que el diccionario es solo un catálogo de palabras que se “usan” en el idioma español sin que necesariamente sean las propias. El diccionario no es la panacea lingüística como se cree, digamos, popularmente.
Quienes dicen que debe ser cuernavaquense solo porque otros nombres de ciudades que terminan en “ca” y su gentilicio en “quense”, que nos dicen que de Costa Rica es costarricense y no costariquense, o de Jalisco es jalisciense y no jalisquense.
Para la formación de los gentilicios no hay regla alguna, lo que sí, existen recursos para su formación; generalmente se forma de una base patrimonial que es el nombre de la población, nombre que se debe conservar los más amplio posible y sin alteraciones, como es el caso de Cuernavaca a la que solo se le omite la última “a” y se le agrega el sufijo-genitivo “ense” que denota no solo origen sino también pertenecía, influye también la fonética. Por si lo anterior fuera poco, los gentilicios no son cuestión de ocurrencias superficiales o pareceres personales al cálculo y según la lógica de cada quien; son aquellos que se han usado tradicionalmente por los oriundos y durante siglos, y que forman parte de la historia de cada población.
Desde antes que se formara la palabra Cuernavaca, cuando el nombre de la población era Cuauhnáhuac, desde entonces, ya se usaba el gentilicio quahunahuacense y luego cuauhnavacense y a partir de que se fijó el nombre de la ciudad, quedó en “cuernavacense”, es el único que aplicaron los cultos frailes franciscanos que vinieron evangelizar y culturizar nuestra región desde principios del siglo XVI, y así ha sido a lo largo de la historia. También los hay de origen popular, pero el nuestro proviene del latín culto cuernvcensis y cuernavecensem, así aparece en los nombramientos vaticanos de los obispos de Cuernavaca, en sus lápidas, en documentos fundamentales, en las primeras crónicas de Nueva España, y hasta nuestros días, no aparece con ningún otro nombre en documentos cultos. Los gentilicios no son objeto de ocurrencias, modas o bogas; representan historia, tradición y arraigo.
Solo corresponde a los locales asentar sus gentilicios, ni las academias de la lengua se atreven a asignarlos porque caerían en errores, menos aún imponerlos, es un tema puramente local; es por ello los diccionarios no marcan gentilicios sino adjetivos, tanto así, que, para las muchas poblaciones con el nombre de Santiago, existen; santiagués, santiaguero, santiaguino, santiaguense, santiagueño, incluso compostelano para Santiago de Compostela, todos diferentes, solo para identificar a qué población hace referencia cada uno, y cada población decidió cual es el suyo y nadie más, las academias de la lengua no los imponen por respeto a la historia y las tradiciones locales.
Cuernavacense, lo usan en sus obras; Don Valentín López Gonzales QEPD cronista de la ciudad por antonomasia y mi maestro Gutierre Tibon, filólogo -especialista en nombres- entre otros destacados escritores de nuestra cultura e historia locales
P.D. Hasta el otro sábado

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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