“Los Cangrejos de Cuernavaca” bien pudiera referir a un nuevo equipo de futbol, nombre que bien pudiera tomarse de los endémicos cangrejitos barranqueños de nuestra ciudad, sin embargo, esta vez refiero a un, también endémico pero funesto proceder entre sus habitantes:

“Un hombre vio a otro que tenía una cubeta destapada con un hervidero de cangrejos vivos en su interior.

 ¿Por qué no tapa su cubeta para que no salgan los cangrejos?

-El pescador respondió; Si hay un sólo cangrejo en la cubeta, éste subiría y saldría rápidamente, pero cuando hay otros, si alguno trata de escalar, los demás lo jalaran hacia abajo y lo devolverán adentro para que tenga la misma suerte que ellos”.

Entre las personas, es un comportamiento que se puede notar en las opiniones de amigos, allegados, e incluso familiares, pero sobre todo entre supuestos afines o colegas. Es así como tendemos a alejarnos de ambientes de hostilidad tanto como nos sea posible, sobre todo cuando identificamos a personas que se “autosatisfacen” al sentirse controladoras creyendo tener la verdad y la razón en sus manos. Por eso, más vale caminar solo y lejos de cangrejos.

Conversando hace unos días con un empresario, un intelectual  y un artista, la plática se centró en el enojo o tristeza de una persona que desea tener algo que otra posee, es el séptimo pecado capital, “la envidia”, que se da, no solo por el éxito económico y bienes ajenos, sino incluso por la personalidad, la popularidad, la apariencia, el talento, el espíritu, la energía, donde las personas que la sufren buscan algún error o defecto de quien envidian para disfrutarlo y difundirlo tratando de bajar -como los cangrejos- a quienes destacan, como única forma a su alcance de hacerse notar, siempre por la falta de frutos personales y por el disgusto de la satisfacción ajena. Como cuando una supuesta colega, me acusó con el destacado historiador-investigador John Womack -autor del libro “Zapata y la Revolución Mexicana”- por haber publicado un largo intercambio epistolar que tuve con él sobre la investigación que realicé en cuanto la autoría del Plan de Ayala, que a pesar de haber sido acusado, resultó infructuoso. Hay quienes se cuelgan méritos ajenos, o se los dan a otros, y estos los aceptan campechanamente como suyos. Pues eso de las envidias, parece acentuarse en nuestra ciudad, donde la aspiración consiste en poner piedras en el camino de otros. Ven en el triunfador el límite de su propio deseo, ansían su éxito, pero lo obstruyen hasta el regocijo, y hasta lo que no les perjudica les da urticaria, así que; los de más cuidado son los cercanos de doble cara. 

Aquí es un delito tener éxito –dice nuestro conocido y destacado escultor-, entre grupos sociales o empresariales se ven con celo y hasta con rencor, pero se piratean ideas y estilos en intentos de conseguir el éxito de otro, sin duda también por la falta de identidad, cuando entre coterráneos deberíamos ser solidarios, empáticos, colaborativos, darnos gusto por los logros de los demás, y no ser hasta “amarra navajas”, sino ver lo positivo de cada persona y de la unidad, como si sucede en el norte del país donde el progreso individual y empresarial es un referente a la vista porque no se ponen trabas ni piedras en el camino, son hasta fraternos. 

Aquí, en Morelos, siempre ha existido gente valiosa en todas las actividades, sin embargo, pocos son los resilientes que contra viento y marea, consiguen construir y producir, investigar, crear y descubrir, inventar y crecer, utilizando el pensamiento, las experiencias, los conocimientos; en hacer esa diferencia quitándose las ataduras del miedo y de los riesgos, porque cuando se hace o dice algo nuevo de lo viejo o distinto de lo nuevo se corre el riesgo hasta de la burla de los enardecidos simplistas que no están dispuestos “a engordarle el caldo” a nadie, pero si a restarle los méritos. 

En el mundo de la literatura existen los “cuentaletras” que no escriben y los “juntaletras” que se erigen en gramáticos puritanos –que no puristas-  que al no encontrar -en otros- reproches de importancia literaria o histórica, se dedican a la crítica de los “errores de dedo” cuando al escribir se omite o pulsa una letra en lugar de otra y sin considerar lo esencial, señalan lo superficial divulgando la paja en el ojo ajeno sin ver las vigas en el propio. Para un escritor, lo más importante es que lo lean, que sus trabajos sean originales y de interés, de trascendencia, comentados; de no ser así, no tiene caso escribir, porque quien escribe, escribe para ser leído. 

Con el arranque de esta Administración Municipal vemos ya el inicio del cambio que Cuernavaca merece, y vamos recuperando el orgullo de vivir en esta ciudad, dejando atrás las prácticas de los cangrejos de cubeta.

¡Hasta la próxima!  

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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