Defectos y virtudes, aciertos y torpezas, glorias e infamias, esplendor y sombra, grandeza y mezquindad, no pueden separarse en bueno y malo para dar a cada quien lo que les guste y sirva.

El pasado 2 de diciembre se cumplieron 473 años de la muerte de Hernán Cortés, su vida ha sido tachada, borroneada, alterada. Existe la tendencia de seguir negando esa parte de nuestro pasado, y con ello una parte de nosotros mismos. La cosmovisión, la manera de ver y e interpretar el mundo de aquellos tiempos, no debiera hoy, negar los tres siglos en que se fue gestando nuestra identidad mestiza.

Despertar diariamente con odios, hace más difícil convivir entre los mexicanos, bueno es, luchar por conservar nuestro pasado indígena, sin negar ni menospreciar nuestro pasado hispano. Y de ello, son responsables las autoridades federales y locales, que en Cuernavaca, no se han interesado, en colocar la única escultura ecuestre de Cortés en México, frente a su llamado Palacio, o, en la que por siglos fue llamada Plaza de Hernán Cortes, esa, la del Chapitel del Calvario iniciado en su honor en 1547 para servir también de su mausoleo como ya lo he sustentado, ahí estuvieron los restos de su hijo Martin “el mestizo”. 

En el Perú se tiene reconocimiento al conquistador Pizarro, su tumba se conserva dentro de la catedral limeña en un amplio y honroso habitáculo marmóreo, su monumental escultura ecuestre -ahora colocada en la Plazoleta Pizarro de Lima- que por cierto primero fue regalada a México por su autor el escultor Charles Rumsey misma que representaba a Cortés, pero rechazada por el gobierno mexicano fue entregada al Perú simbolizando a Pizarro –su primo-  donde incluso en regiones indígenas se ven sus esculturas junto a las de Atahualpa, una al lado de la otra. En la España conquistada, no por trescientos, sino por dos mil años, por griegos, romanos, árabes y otros, con influencias chinas y de la India, hoy, ya no reniegan y hasta honran a sus personajes, dejaron una herencia enorme, que nos llegó a México a través de la llamada conquista. 

En aquellos tiempos, el imperio azteca se circunscribía básicamente al centro del actual México, con los descubrimientos hechos y otros patrocinados por Hernán Cortés, la Nueva España, como el la bautizó, se extendió hasta Centroamérica, y al norte, por las Californias –con el Mar de Cortés- tocaría Canadá, y el territorio centro-poniente de Estados Unidos y Florida, que después de la Independencia, le fueron entregados a ese país. Con Hernán Cortés, México llegó a tener más del doble de su territorio actual y así se fundó la Nación Mexicana, tan grande como Europa Occidental, quince veces mayor que España.

Cortés, contrario la monarquía española, estaba en contra de la Inquisición y a favor del libre comercio, era de ideas republicanas, los recelos y acusaciones de sus capitanes, y su gran fama alrededor del mundo, motivó la hostilidad del rey, quien autorizó juicios en su contra, lo deshonró, y así persiste después de haberlo encumbrado otorgándole títulos y extensos territorios para su marquesado, como el actual territorio morelense, donde trajo la caña de azúcar, que 500 años después sigue siendo el principal producto de nuestros campos.   

La ignorancia dice de él las peores ofensas y la cultura los mejores halagos pero hay quienes por intereses no se arriesgan a reconocerlo, la conquista es del pasado, queda el idioma, la cultura,  aquí en Cuernavaca, la Catedral, Patrimonio de la Humanidad, y él Palacio de Cortés el edificio civil conservado más antiguo de América Continental. Fundó hospitales que todavía funcionan, como el “de Jesús” en Ciudad de México donde se encuentran sus restos; por su mediación, se edificaron iglesias, conventos que tenían función distinta a los monasterios europeos, allá se construían fuera de las poblaciones para “mejor orar”, aquí dentro de las poblaciones, en ellos se enseñaron artes y oficios; pintura, escultura, carpintería, arquitectura, agricultura, ganadería, latín, medicina. 

No hay elogio que no se haya hecho a Hernán Cortés, ni ofensa que no se haya dicho. Bernal Díaz lo proclama un gran capitán, comparable a César. Juan Suárez de Peralta proclama sus glorias. Lucas Alamán, Carlos Pereyra, José Vasconcelos, Salvador de Madariaga lo ponen en el pináculo, en el cenit, esos son los humanistas. Eulalia Guzmán la antropóloga quien por órdenes de Echeverría “descubrió” la tumba de Cuauhtémoc que resultó ser de una mujer, le endilga una veintena de improperios. 

Cortés fue un estadista, fundó nuestra nación; para la arqueóloga Guzmán, fue un invasor, lo califica de rapaz aventurero, mendaz y sin escrúpulos. 

Con Don Andrés Henestrosa conversé sobre este tema, y aunque era indígena e indigenista, le daba amplio reconocimiento a Cortés, muy por encima de sus culpas. Diego Rivera pintó en sus murales de Cuernavaca a un Cortés orgulloso, constructor, marqués, y después en Palacio Nacional lo pinta como un avaro, enfermo, maltrecho, jorobado, imagen que Eulalia Guzmán le describía. Fue un conquistador con atributos y defectos, después destacado mercader al estilo veneciano, y sin duda un estadista al organizar y refundar esta gran nación con los adelantos europeos.

P.D. Hasta el otro sábado

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

 

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