A finales del siglo XIX, en el Estado de Morelos había seis haciendas de beneficio de metales, eran deseadas por distintos empresarios para ser explotadas, la más importante y famosa era la del mineral de plata de Huautla, que desde 1570 y durante toda la época virreinal* se apartó la Corona Española, misma que se seguía explotando en el México ya independiente por una concesión otorgada al empresario Don Eugenio J. Cañas y a Alejandro Sánchez y Gregorio Huicochea. Don Eugenio fue benefactor de Cuernavaca, en 1883 donó a la ciudad una parcialidad de su inmenso “Rancho Atzingo” para fundar el panteón que se conoce como de “La Leona”. Fue el quien trajo innovadores beneficios a la ciudad, hacia1882 en la Plaza principal, todavía había 12 rudimentarios faroles de aceite, y después se colocaron otros de gas líquido. En 1899, este visionario empresario introdujo la luz eléctrica a Cuernavaca, para lo que edificó en el margen derecho de la barranca de “La Leona” frente al panteón, una planta de luz que para abastecer una parte de la ciudad que se circunscribía solo a su actual Centro Histórico. Para tal fin, Don Eugenio construyó barranca arriba de la planta, una presa para captar las aguas que del Ajusco bajaban por las barrancas del norte para con sus aguas poder accionar las turbinas, una vez logrado, colocó postes y cableado hasta el centro de la ciudad. Entrando el siglo XX, al ser insuficiente el agua en los meses de estiaje, buscando un manantial, mandó a excavar un túnel donde había unos escurrimientos de agua, y la encontró, el agua brotó un gran borbollón en el corazón de esa loma. Es así, como construyó un acueducto para llevar agua a su planta de luz frente al panteón. Ese borbollón también benefició a la zona conocida como El Miraval, y a todo el centro de la ciudad hasta la actualidad. Así es como la planta de luz de La Leona, abasteció da partir de 1899 las casas en el centro y sus principales edificios públicos con focos de filamento de carbón, se cobraba una cuota fija mensual por cada foco. Se iluminaron también algunas calles principales donde se colocaron 30 lámparas de mil bujías, el Teatro Porfirio Díaz que también era salón de reuniones cívicas, políticas y sociales como los famosos bailes porfirianos -hoy Cine Teatro Morelos- y el Palacio de Cortés. Siempre se ha dicho que el “Panteón de La Leona” lleva ese nombre por una leona que bajaba de Atzingo y que desenterraba los cadáveres de recién fallecidos para alimentarse, lo que es un mito, ya que no concuerda con los hábitos de esos felinos, amén de que aquí no han existido leones. Por la investigación que he realizado y los datos que me aportó Estelita León descendiente de la señora conocida como La Leona -por ser la viuda de un señor de apellido León- y que tiempo atrás había sido la heredera de esa propiedad, es la razón, por la que esos terrenos fueron llamados así. Propiedad que le compro Don Eugenio, terreno que era solo una porción de su inmenso “Rancho Atzingo” que contaba con 720 hectáreas, colindaba al norte con los pueblos de Santa María y Tlaltenango, al sur con los pueblos de San Antón y Temixco, al poniente con la barranca de Atzingo y Ahuatlán, al oriente con la hoy colonia Carolina. Recordemos que los nombres de los feudos o parajes -como el de La Leona- se han tomado popularmente del nombre de su propietario, o, al contrario, al propietario se le conocía con el nombre del predio, como sucedía en España quinientos años antes cuando por orden real, se fijaron los apellidos siendo esta la forma toponímica. En aquellos tiempos, los bloques de hielo todavía se traían desde las faldas del Popocatépetl a lomo de burro en pacas bien cubiertas de zacate, y de noche para conservarlo más tiempo sin el calor del día. Con Don Eugenio, ya no hubo necesidad de traer el hielo desde tan lejos cuando, en la misma barranca, de La Leona, se le ocurrió instalar la primera fábrica de hielo, que también era conocida con ese nombre. En1906, Don Eugenio cambió de lugar sus empresas de luz y hielo, ubicadas en La Leona, al paraje que era ya conocido como “Las Águilas” a ambas las llamó “El Águila” ubicada al sur de los abundantes manantiales de Chapultepec cuya agua era traída por medio de un canal y acueducto para accionar las turbinas, sus restos se ubican en la hoy colonia Las Águilas, donde todavía se encuentra el casco de la planta y el acueducto que hoy es un atractivo que derrama una impresionante y atractiva cascada. En 1900, este empresario, fue el encargado de la construcción de la primera calle moderna de la ciudad, la “Calzada Leandro Valle” que uniría el mercado de la ciudad -hoy Plaza de Armas- con la estación del ferrocarril, y también de la colocación en esa misma calzada de una angosta vía para pequeños tranvías tirados por mulitas, cuya concesión le dio el gobierno a un empresario norteamericano, finalmente Don Eugenio compró el negocio completo, incluía no solo los tranvías de pasajeros y de carga, sino también las vías, los animales de tiro y el terreno donde se guardaban de noche junto con los animales, terreno situado en el hoy Hotel los Canarios. Durante gran parte del Porfiriato, Don Eugenio, fue el administrador de rentas de Cuernavaca y alrededores. Hoy, la calle que va de El Túnel a La Pradera lleva su nombre. -Con aportaciones del Lic. Carlos de la Rosa Segura, descendiente directo de Don Eugenio J. Cañas. *Aclaración; “Virreinal”, era la forma de gobierno, y se usa cuando se refiere a ese tema. En cambió “Colonial” refiere a la población civil que llegó para asentarse en Nueva España. ¡Hasta la próxima!

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