Es opinión generalizada, incluso entre intelectuales, creer que todas las palabras que contienen los diccionarios son propias de nuestro idioma o que incluso son las correctas, cuando una gran cantidad han sido apropiadas de otras lenguas o de otras palabras y dialectos, muchas otras son coloquiales, informales o vulgares.
El Diccionario de la lengua española es el resultado de la colaboración de todas las academias de los países donde se habla español, incluso Estados Unidos, cuyo propósito es recoger el vocabulario general de cada país o región, contiene 88 mil palabras. Sin embargo, todos los diccionarios son solo catálogos o directorios de palabras exclusivamente para que podamos entender lo que leemos y lo que escuchamos, y no significa de ninguna manera que todas sean las correctas, ya que contienen arcaísmos, anglicismos, galicismos, helenismos, germanismos, palabras árabes, modismos, regionalismos, coloquialismos, adjetivos usados popularmente, también se van sumando palabras solo porque son utilizadas cotidianamente por el vulgo, también otras que están en desuso, otras que si son “propias” pero que también se les da uso distinto al original cuando son apropiadas en el sentido de raptadas para otros usos y modas. Uno de los mejores y amplios ejemplos es la palabra “cabrón” que originalmente refiere al aumentativo de “cabro” el macho de la cabra, esta es una palabra “propia” – en el sentido de pertenencia- pero que ha sido “apropiada” -en el sentido de raptada- para usarse en diversos sentidos como adjetivos coloquiales; por ejemplo, para una persona, un animal o una cosa, que hace malas pasadas o resulta molesto; en otros lugares se usa para un hombre que padece la infidelidad de su mujer y en especial si lo consiente, pero también se usa para una persona experimentada y astuta. En Cuba para uno de mal carácter o de mal humor. En México se usa para una persona de mal carácter y un demostrativo de difícil como “está cabrón”. El cabrón también es el diablo con cabeza, patas y cola de chivo viejo; o el hombre que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto, o también cuando es malvado. En Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela es el rufián que trafica con prostitutas y el que hace malas pasadas, y todos estos significados están en el diccionario.
Almóndiga, figura en el Diccionario como un vulgarismo desde 1726, y remite a albóndiga, que es la forma correcta también incluida.
“Asína” por su amplio uso también figura como un vulgarismo de “así”.
De las nuevas está; Canalillo que es el comienzo de la concavidad que separa los pechos de la mujer tal como se muestra desde el escote. Gayumbos: desde 2012 remite a calzoncillos. Muslamen, son los muslos de una persona, especialmente los de mujer. Okupar: es un fenómeno social en España, que llevó a la RAE a aceptar incluirla como la "toma de una vivienda o un local deshabitados e instalarse en ellos sin el consentimiento de su propietario".
Murciégalo: era el término empleado para referirse a ese animal mamífero, aunque luego se usó murciélago.
Las palabras definen la realidad que vivimos, pero los hechos diarios también sirven para conformar el lenguaje, ya que los únicos dueños de la legua son sus hablantes. De las últimas palabras, en meterse esta “precuela” que refiere a una obra literaria o cinematográfica que cuenta hechos que preceden a los de otra obra ya existente, o sea lo opuesto de secuela.
Las nuevas palabras, cuando son cotidianas y durables en tiempo, determinan la decisión de incluirlas en el diccionario y son solamente para no desconectarse de la realidad. También se ha incluido “serendipia”, que refiere a un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual, sobre todo en literatura cuando se busca una cosa y se encuentra otra cosa. Estas palabras pertenecen a la nueva oleada de modificaciones de últimos años.
Un caso muy particular son los gentilicios, que la Academia no los indica de manera precisa como tales en su Diccionario, por ser muy exclusivos de cada localidad o región, sino que solo incluye simples “adjetivos accidentales”, secundarios y no esenciales.
A la Academia le toma su tiempo hasta comprobar que las palabras nuevas que van surgiendo estén consolidadas para ser incluidas en el Diccionario, estén bien o mal dichas. Otras se van eliminando por su marcado desuso.
Las palabras racistas o sexistas que la RAE considera que no es conveniente eliminar por razones de su arraigo y porque su significado no está asociado con su origen, como “mariconada” que refiere a una mala pasada o indigna contra alguien, otras como gitanear para conseguir con artimañas lo que se desea, y “judiada”, propia para un conjunto de judíos, y que ha sido apropiada como una "acción mala, que tendenciosamente se considera propia de judíos" y que es más fina que cabronada. -acción malintencionada, propia de un cabrón-, o putada que refiere a mala pasada, todas incluidas en el Diccionario.
¡Hasta la próxima!