El problema no es que la economía haya crecido 0% el año pasado.

El problema no es que, incluso antes del coronavirus, se hubieran registrado unos veinte recortes a la expectativa de crecimiento económico para este año.

El problema no es que la pandemia ponga a México contra las cuerdas.

El problema es que México no está aprovechando la oportunidad que le esta brindando la realidad geopolítica del mundo: si tuviéramos un gobierno proinversión privada, nuestro país se estaría llenando los bolsillos de dinero.

No nos preocuparía el estancamiento del año pasado, nos valdría haberle dado besitos a la recesión, nos tendría sin cuidado financiero el coronavirus.

¿A qué me refiero? La pandemia ha puesto de nuevo a China en la mira.

Para mala suerte de esta gran potencia asiática, el coronavirus surgió en su territorio.

Las medidas de contención han puesto a tropezar su economía, pues han comprometido las cadenas productivas y de generación de valor.

Hoy todo el mundo sabe que China no va a pasar por un buen momento económico porque va a pagar la factura de ser el origen de la pandemia.

Pero no eso solo eso: Estados Unidos sigue teniendo a China en la mira.

Donald Trump sigue con la mente alineada para desmontar la preponderancia china en la economía mundial.

Y no se va a tentar el corazón para meterle aranceles tan pronto parezca que supere la crisis de salud, y levante el aislamiento a las millones de personas que han sido puestas en cuarentena.

Y lo va a hacer porque además le va a dar discurso de campaña para su reelección.
 
Con China entre la espada y la pared, la espada de la pandemia y la pared que es Trump, México tiene una posición privilegiada que, desgraciadamente, no está aprovechando.

Por ser el único país que ha logrado un tratado de libre comercio con Trump y además poder ofrecer una mano de obra bastante barata y algo calificada, México es un destino natural para todas las inversiones que busquen evitar el riesgo de estar en China.

México debería estar atrayendo capitales a raudales, promocionándose como un destino seguro para la creación de empresas y empleos, invitando a todas aquellas industrias que tienen miedo del futuro de China, por la pandemia y por la embestida arancelaria, a asentarse en un país que ya tiene amarrado su trato comercial preferencial con la administración estadounidense.
 
Pero para eso, México necesitaría un gobierno que se perciba como amistoso a la inversión privada.
 No lo tiene.
 
El presidente López Obrador es internacionalmente identificado como un enemigo del capital privado.

Él mismo acepta que 6 de cada 7 pesos que mueven a la economía mexicana son de la iniciativa privada, y sólo 1 peso es del gobierno, pero no hace nada para conquistar la inversión que podría ser motor de su plan de transformar al país.

Desgraciadamente, todas las señales que manda, todos los contratos que rompe, todas las declaraciones que hace, ahuyentan a los capitales.
 
Y así, México desaprovecha una oportunidad de oro.

Por: Carlos Loret de Mola A. / carlosloret@yahoo.com.mx

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