París. Septiembre. Regresar a la Ciudad Luz inspira y roba el aliento.
Me disculpo de la ausencia en estas páginas por unas semanas. Era necesario respirar otros aires. Renové mi admiración por una cultura que ha marcado al hemisferio occidental en los últimos siglos.
Descubrir lo que es posible. Coinciden dos épocas al menos. Se presentan galopantes y desaparecen. La columna de la Place Vendôme emerge siempre soberbia, rodeada de las bellas fachadas de los edificios que la rodean. En lo alto de la columna, Napoleón vestido de cónsul romano domina el panorama.
París es otra manera de entender la vida. Es sumergirse en el pasado reciente y siempre vivo. Admirándola, pienso en mi ciudad. En lo que podría ser.
Georges Eugene Haussmann. Estudió derecho al mismo tiempo que asistió al Conservatorio de París. En tiempos de Napoleón III fue designado prefecto del departamento del Sena. Por instrucciones del emperador llevó a cabo un ambicioso programa de reformas para la ciudad. A él se debe principalmente, el París que hoy conocemos con su armoniosa arquitectura y sus amplios bulevares, puentes, la famosa Opera de París y otros edificios públicos. 
Haussmann en el siglo XIX cambió el París medieval por el París moderno. No debió ser nada fácil. Era una época turbulenta de movimientos sociales profundos. 
Logró financiar el  nuevo diseño de una ciudad con créditos. Su audacia nos hace disfrutar hoy, de una bella y controvertida metrópoli.
El París medieval era, al principio del siglo XIX, una ciudad más bien fea: sucia, pestilente, húmeda, oscura, insegura, con basura por doquier y desorganizada. El encargo de Napoleón III de hacer una ciudad moderna, le permitió ser audaz en los trazos de la ciudad: eliminó calles, derribó casas, construyó los bulevares arbolados y amplias banquetas; jardines y puentes. 
Los barrios populares fueron expropiados para los nuevos trazos de la ciudad, que por cierto, servirían para que no volvieran a levantarse barricadas como las de la revolución de 1848. Por supuesto, no evitó la comuna de París. 
El París actual no deja de sorprendernos. Sus anchas avenidas, hoy, permiten el tránsito de bicicletas, al mismo tiempo que propician un severo tráfico de automóviles. Caminar sus calles, algunas de ellas ahora peatonales, es un placer. 
Me parece que París ilustra bien lo que es posible realizar cuando se tiene una idea clara de lo que se quiere hacer. Dos décadas les llevó transformarla….relativamente poco.
Caminamos una y otra vez, por la Rue Saint Honoré, calle en donde se exhiben en los escaparates las marcas de ropa más relevantes de la moda. Antes de la modernización Haussmann, era una calle polvosa, sucia y  enlodada llena de talleres. Hoy, transitada por gente de todo el mundo, que viene a ponerse al día. 
Las mujeres caminan tranquilas por las aceras. Algunas elegantemente vestidas y con el último grito de la moda. Otras, con el desenfado de las tendencias actuales, que parecen entrar en pleito con lo que se consideraba el buen gusto. Vestidos de multicolores, con enormes zapatos o tenis, dignos de obreros, militares o mineros y, de precios exorbitantes. Los jóvenes con sus pantalones de brincacharcos  y sin calcetines. Un día amaneció limpio el cielo y aparecieron súbitamente las minifaldas. 
Nuestro emperador austriaco Maximiliano, escogió Cuernavaca para descansar. Apoyado por Napoleón III y a petición de algunos mexicanos, México se afrancesó. Lástima que no trajo a un Haussmann con él. 
Camino por el boulevard Haussmann. La gente sale del Metro de la estación Madeleine . Siempre con paso apresurado. Son los parisinos que han terminado su jornada de trabajo. Otro mundo a  tan solo una cuadra de la calle de las grandes marcas. 
Justo en la esquina, un vendedor de castañas asadas. Huelen rico y no me resisto. En un cucurucho de papel, y me hacen muy feliz.
París es París. Irresistible.  Embrujante. De intensa actividad. Dictando lo que debe vestir el mundo. La Iglesia de la Madeleine  tiene la  fachada cubierta con un enorme afiche de Louis Vuitton, mientras es restaurada.

POR:  Ariel Homero López Rivera

opinion@diariodemorelos.com

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