Hay varios futbolistas que han incursionado en la política.

No son muchos pero entre ellos destaca Georges Weah, de Liberia.

El único jugador africano que ha obtenido el balón de oro (1995).

Fue jugador del Mónaco, del PSG, el Milán, el Chelsea, el Manchester City y el Olympic de Marsella.

En el 2003 fundó su propio partido político y en el 2005 se presentó a elecciones presidenciales y perdió.

Para volver a competir le exigieron estudios superiores.

Se fue a Miami, cursó una carrera de administración y criminología, y hoy es el actual presidente de Liberia al ganar las elecciones democráticas en el 2017.

Entre los brasileños están Bebeto y Romario, que lograron ser legisladores.

En Italia, Giany Rivera; Berlusconi lo hizo Secretario de Estado de Defensa de Italia, luego logró ser diputado y miembro del Parlamento Europeo.

Pelé fue Ministro de Deportes con el presidente Fernando Henrique Cardoso.

En México, Carlos Hermosillo fue nombrado titular de la Conade en tiempos de Calderón.

Manuel Negrete también gustó de la política, ganó la alcaldía de Coyoacán en el 2018.

Cuauhtémoc Blanco.

 Gran ídolo de la afición mexicana, fue invitado por el PES como candidato para la presidencia municipal de Cuernavaca que ganó, sin duda gracias a su popularidad como crack.
 Se postula por el PES y Morena y obtiene un indiscutible triunfo para gobernar el Estado de Morelos.

Eduardo Chillida era portero del Real Sociedad, en San Sebastián, pero una lesión le impidió continuar con esa carrera, y a favor del arte: la escultura y el dibujo.
 La importancia de mencionarlo es para destacar, que, siendo un deportista fallido, se convirtió en el parteaguas de la escultura contemporánea.
 Su obra se caracteriza por un profundo sentido filosófico y estético.
 En San Sebastián/Donostia, de donde era originario, podemos apreciar los imponentes peines del viento y en su casa/museo, un espacio maravilloso, donde parecen brotar de la tierra sus imponentes esculturas.
 Reconocido por los templos de la cultura y el arte: Carnegie Institute de Pittsburg (1964); Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes en Madrid (1981); Royal Academy of Arts de Londres (1983); Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1987) y el Premio Imperial Japonés en 1991.

Heidegger, quizá el filósofo alemán más destacado del siglo XX, se quedó asombrado de la prodigiosa obra de Chillida, y le dedicó conceptos que tienen que ver con el Ser, el Tiempo, y el espacio.

Pues bien, Chillida hacía referencia a su experiencia como portero, y en una entrevista dijo: “El portero tiene que desarrollar una serie de relaciones con estos dos misterios que son el espacio y el tiempo, tiene que desarrollar el sentido de la profundidad y del tiempo… esto me hace pensar que las condiciones que hacen falta para ser un buen portero y un buen escultor son prácticamente las mismas”.

Me parece genial la idea.

Pues el portero tiene que tener plena conciencia del espacio.

Salir oportunamente a “descolgar” un balón o lanzarse justo en el momento exacto para detener un penal.

Aguantar, con los nervios erizados, y esperar que el adversario dé un paso de más o de menos, y arrebatarle el balón.

Tener eso en mente, a Chillida lo hizo lanzar el hierro y penetrar oportunamente al espacio.

Como jugador, Cuauhtémoc se caracterizó, en mi opinión, como sumamente imaginativo, estratega natural, coordinador/organizador que distribuía el juego de manera generosa y oportuna.

Organizaba pero también definía y consideraba al espectador, y no le faltó agresividad ni liderazgo para motivar a sus compañeros.

La imaginación en la política es esencial.

“La imaginación al poder” se leía en las consignas en el París del ‘68.

En la política, “el Cuau” me parece que se ha mostrado demasiado cauteloso.

Pues teniendo rapidez y creatividad en el pensamiento, ha jugado demasiado conservador y dejado la responsabilidad de la distribución del juego a otros.

Gobernar requiere cierto tipo de talento.

Los políticos “políticos” lo tienen de una manera natural.

No recurren a cuerpos de tecnócratas para saber interpretar lo que deben hacer y decidir.

Mitterrand lo tenía muy claro.
 Era un animal político.
 Era un político intuitivo.

 ¿Qué pasaría si el gobernador Cuauhtémoc se abandonara a sus impulsos naturales y se dejara llevar por sus intuiciones como el futbolista que fue?

Le quedan cinco años para demostrar lo que es capaz.

Veremos.
 
Por: Ariel Homero López Rivera / opinion@diariodemorelos.com

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