Un debate, en las democracias contemporáneas, demanda disciplina, rigor, talento, conocimientos y agilidad de pensamiento. Los aspirantes a debatir por un puesto político, conocen la importancia que representa salir airoso. Generalmente los equipos de campaña contratan especialistas para preparar al aspirante. (Si tienen dinero).
Horas y horas destinadas a preparar contenidos, propuestas, ideas y advertir los posibles embates de los adversarios. Saber cómo evitar las críticas; cómo y qué responder. Un complicado ejercicio, sobre todo para aquellos que no están acostumbrados a confrontar ideas. El primer paso es hacer que en el menor tiempo las candidatas (os) expongan alguna de las ideas de campaña. Es una auténtica lucha contra el reloj y la economía de las palabras. Se sorprenden los aspirantes cuando para explicar una idea, les toma demasiado tiempo, demasiado. Solo tienen disponible unos minutos o 30 segundos para articular o responder. El cronómetro es el tirano.
Luego, una simulación del debate con contrincantes simulados. Atriles, micrófonos, luces y acción. Los supuestos adversarios, atacarán al candidato (a), con las peores agresiones que se puedan imaginar que van a utilizar los contrincantes. Duro ejercicio, pues se trata de sacarlos de sus cabales. Interminables horas hasta que puedan digerir, manejar y poder tener la respuesta más apropiada a juicio de los asesores, (o un cartoncito o foto). Aprender a explicar en 4 o 5 minutos y defender en 60 segundos temas como combatir la inseguridad, la economía o el sistema de salud… ufff… una hazaña.
Hace seis años, para competir por el gobierno del Estado de Morelos, siete candidatos y una candidata, protagonizaron el debate. Lo destacado fueron las agresiones: se acusaron de vínculos con el crimen, mentiras y mañas o por los resultados de gestiones pasadas. Los debates no cambiaron la intención del voto que ya se veía con claridad.
¿Para qué sirven los debates? Observar el comportamiento de los debatientes en directo permite hacernos una idea del futuro gobernador y sus capacidades. El debate es una herramienta del proceso democrático esencial para la confrontación de las ideas, propuestas y proyectos. Verse sometidos al escrutinio público, nos da una idea de lo que pueden ser capaces. Contrastar las propuestas, ver los alcances, el conocimiento de los temas principales. La crítica que hacen a sus oponentes. La agudeza de sus observaciones.
La irrupción de las mujeres en las máximas responsabilidades políticas por primera vez en México, es la gran novedad. Por primera vez llegará a la presidencia de la república una mujer, lo mismo que en el Estado de Morelos. ¿Qué se puede esperar? ¿Qué sigan los modos de hacer política como se ha hecho hasta ahora? ¿Qué sea el ridículo que domine la contienda? ¿Que los debates se conviertan en guerrillas de denostaciones?
Las inercias dominan. Los modos de actuar se repiten como rituales imposibles de romper. Las candidatas parecen estar sujetas a los libretos de siempre.
Un debate no es una pelea de box. Los analistas y comentaristas se equivocan al esperar un nock out. No se trata de una pelea, se trata de exponer los aspectos fundamentales de un proyecto político. Que la gente pondere la personalidad y las capacidades de quien pretende dirigir el destino de la sociedad.
Pareciera que los estrategas propician que se den hasta con la cubeta para tener contento al respetable. Buscando afanosamente llegar a los sentimientos del votante y mover sus emociones. No les falta razón. Son tiempos en los que domina lo chusco, las ocurrencias… el ridículo.
El espectáculo en televisión tiene sus reglas y sus tiempos, sus límites. que se reproducen en las redes sociales y en la prensa escrita. Unos cuantos minutos para plantear soluciones a los graves problemas de inseguridad, salud, educación o economía, resulta lamentable que sólo se les destine unos minutos a los grandes problemas sociales.
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