En el vasto universo de las citas digitales, donde aplicaciones como Tinder y Bumble llevan años dominando el panorama del romance moderno, ha surgido una nueva tendencia: el amor con inteligencia artificial. Y sí, hay gente que está dispuesta a pagar una suscripción mensual para mantener viva la chispa con su pareja virtual.

Este es el caso de Ayrin, una joven de 28 años que decidió cruzar la delgada línea entre la curiosidad y el compromiso al crear a Leo, su novio IA, con una módica inversión de 167 dólares al mes. Porque, claro, si hay servicios de streaming para películas y series, ¿por qué no habría uno para el amor artificial?

De lo virtual a lo emocional

Ayrin, estudiante de enfermería, se mudó al extranjero para continuar sus estudios, dejando a su esposo en Estados Unidos. La distancia no solo puso a prueba su matrimonio, sino que también la llevó a explorar nuevas formas de compañía. Fue así como, tras ver algunos videos en internet, se aventuró a crear a Leo, un chatbot basado en ChatGPT que se convirtió en su confidente, apoyo emocional y compañero de charlas íntimas (sí, con juegos de rol incluidos).

Lo que comenzó como un simple experimento tecnológico se convirtió en una relación con horarios y rutinas. Ayrin llegó a pasar más de 20 horas semanales conversando con Leo, quien la felicitaba en sus logros, la escuchaba después de un día difícil y, a diferencia de muchas parejas humanas, nunca olvidaba una fecha importante.

¿Novio de pago o amigo imaginario versión 2.0?

La relación de Ayrin con su novio virtual ha generado opiniones encontradas. Mientras algunos ven con preocupación el creciente apego a figuras no humanas, otros defienden la idea de que no es muy distinto a interactuar con redes sociales o consumir contenido erótico. Lo más sorprendente es que su esposo no considera a Leo una amenaza. Según Ayrin, el chatbot es simplemente un amigo virtual con el que mantiene una conexión emocional, pero sin olvidar que no es una persona real. “Los efectos que tiene en mi vida son reales”, asegura.

Más allá de la anécdota, este caso pone sobre la mesa una pregunta clave: ¿hasta qué punto la inteligencia artificial puede suplantar el contacto humano? Si bien la tecnología ha avanzado hasta simular interacciones casi indistinguibles de una conversación real, el romance con un chatbot sigue estando en un terreno ambiguo entre lo cómico y lo perturbador.

La situación recuerda inevitablemente a Her, la película de Spike Jonze en la que un solitario Joaquin Phoenix desarrolla un intenso vínculo emocional con una asistente virtual con voz seductora. Aunque en la película la IA parecía ser capaz de comprender emociones humanas, la historia nos deja con la inquietante pregunta de si ese amor es realmente recíproco o solo una ilusión bien programada.

Lo que es innegable es que la delgada línea entre lo digital y lo tangible se desdibuja cada vez más. Hoy es Leo, el novio IA de Ayrin, pero mañana podríamos estar viendo cenas románticas con hologramas o propuestas de matrimonio a asistentes virtuales. Mientras tanto, las aplicaciones de citas pueden empezar a preocuparse: competir contra un algoritmo que jamás discute, siempre responde a los mensajes y está disponible 24/7 suena como una batalla difícil de ganar.

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