Una mañana de verano de 1974, mis amigos y yo, en ese entonces con 14 años en promedio, nos reunimos en la vieja estación de ferrocarril de Cuernavaca para realizar una excursión en tren a Tres Marías. Todos llegamos puntuales para no perderlo y listos con mochilas, tortas y cantimploras con agua. Compramos nuestros bole tos en la taquilla y espera mos el arribo del convoy que provenía de Iguala. La estación tenía un olor muy particular, una mezcla de aceite, madera y chapopote. Este edificio se terminó de construir tres años después de que el ge neral Porfirio Díaz y el Go bernador Manuel Alarcón realizaran el viaje inaugural México-Cuernavaca el 11 de diciembre 1897.

Este evento y el del ferrocarril de Cuautla en 1881 fueron grandes acontecimientos para Morelos, pues este medio de transporte deto nó el desarrollo económi co de nuestro estado, ya que los ingenios azuca reros pudieron sacar su producto de una manera más fácil a otras regiones y se inició una importante corriente de turismo que llegaba a nuestro estado principalmente los fines de semana. El tren llegó con un poco de retraso y aborda mos el último vagón; era el único de pasajeros, ya que la gente había dejado de utilizar este medio de transporte, pues resulta ba muy lento con respec to a la moderna autopista y sólo gente humilde viajaba por este medio por lo económico que resultaba.

Al subir al viejo vagón se nos figuraba que veíamos una escena del pasado, como del cine de oro mexicano, teníamos que pasar entre gallinas, costales de yute con semillas y algunos huaca les. Señoras con grandes canastas vendían tostadas y tacos dorados. El silbato sonó y la máquina diésel se puso en marcha. Lo primero que veíamos en el camino era la gran cantidad de casitas de los patios de la esta ción, señoras lavando la ropa, tendederos y niños jugando. Este paisaje se repetía por varios kilóme tros del recorrido, hasta que llegamos a Chamilpa, en donde el tren con su pesada carga iniciaba la subida a la montaña rumbo al este. Pasamos Ocote pec, Ahuatepec y por el lado norte del cerro de la Herradura, en donde apa reció el rico aroma de pino y los maravillosos paisajes morelenses.

Al poco tiempo el tren llegó hasta la estación de “El Parque”, en San Juan Tlacotenco, al norte de Tepoztlán, que fue un punto estratégico para las antiguas máquinas de vapor, pues en ese lugar se abastecían de agua. Durante la revolución fue un punto muy vigilado por las fuerzas federales, pues los zapatistas lo atacaban constantemente y volaban las vías del ferrocarril, ocultándose en las monta ñas del Tepozteco.

Cuando se cons truyó la vía del ferrocarril, la obra avanzaba lentamente de la ciudad de México a Cuernavaca, y el 11 de agosto de 1895 ésta llegó hasta un lugar que se denomina ba Zacapechco. En este punto la compañía cons tructora del fe rrocarril dirigida por el Sr. J.H. Hampson decidió utilizar el tramo terminado para realizar viajes de recreo, en donde los paseantes podrían disfrutar de un hermoso paisaje y almorzar cómodamente en una elegante fon da que se esta bleció para tal fin, para después regresar a Méxi co. Esta fonda era atendida por tres mujeres de nombre María, por lo que desde entonces a ese lugar se le empe zó a llamar “Tres Marías”.

 Nuestro tren arribó finalmente a ese lugar, Tres Marías. Hasta aquí llegaba nuestro viaje en tren, pues el plan era bajar en esa estación para regresar nos caminando, siguiendo las vías del tren hasta la estación de “El Parque”. En el camino estábamos muy al pendientes del paso del tren de carga que venía hacia Cuernavaca, pues nos gustaba colocar monedas en el riel para que la pesada carga del tren las aplanara. Al llegar al San Juan Tlacotenco, tomábamos una vereda que nos llevaba al camino que se utiliza para subir al Tepozteco, pasábamos muy cerca de la pirámide y continuamos hasta llegar a las faldas de la montaña sumamente cansados y hambrientos, pero felices, por lo que aprovechábamos para comer algunas fritangas en el pueblo. Unos meses antes de que el ferrocarril de Cuernavaca cumpliera su primer centenario dejó de operar. Fue el 16 de junio de 1997 su último día.

Desde la expropiación de los ferrocarriles por Lázaro Cárdenas en 1946, la maquinaria y equipo no se modernizó ade cuadamente y se volvió obsoleto. Por otra parte, la empresa tenía una gran carga por el pago de pensiones a sus jubilados, además de que contaba con un sindicato corrupto. Asimismo, el paso del tren por la ciudad fue provo cando un gran número de embotellamientos y accidentes, pue la pesada máquina llegó a colisionar con vehículos varados en el tráfico. Todos estos factores hicieron que desapareciera este importante medio de comunicación, y la vieja estación de Cuernavaca quedara abandonada, con los vidrios rotos y basura por todos lados, esperan do a que fuera rescatada. Un incendio ocurrido la madrugada del 10 de sep tiembre de 2012, la dañó severamente, por lo que fue rescatada en 2017, por el gobierno de Graco Ramírez e intervenida por el INAH. Actualmente podemos admirar ese viejo edificio, ya restau rado que es utilizado por la Academia de Música Benning.

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