Hoy se cumplen exactamente 109 años de que el ejército federal huertista rompió el sitio de Cuernavaca, logrando salir de la capital de Morelos, después de haber permanecido sitiado, asediado y atacado durante 74 días por tropas zapatistas comandadas por el general Emiliano Zapata Salazar. Durante este acontecimiento bélico el presidente de la república general Victoriano Huerta, ya había salido del país para asegurar su vida en el exilio, debido a que los ejércitos del pueblo habían derrotado las fuerzas armadas de su gobierno.

Los primeros revolucionarios que hicieron huir al presidente Huerta fueron las fuerzas armadas comandadas por don Venustiano Carranza, quien entró triunfante a la ciudad de México, cuando los zapatistas apenas habían tomado Cuernavaca, tras desalojar al último ejército huertista. Los citados ejércitos del pueblo fueron dos fuerzas armadas: las del norte y las del sur. Las del norte se denominaban Ejército Constitucionalista integrado por tres divisiones: la del noroeste comandada por Álvaro Obregón, la del norte comandada por Pancho Villa y la del noreste comandada por Pablo González, y el encargado en jefe de estas tres divisiones era don Venustiano Carranza. La fuerza armada del sur se denominaba Ejército Libertador del Sur, integrada mayoritariamente por campesinos, comandada por el general Emiliano Zapata.

Cuando los constitucionalistas entraron triunfantes a la ciudad de México, ya habían derrotado a todos los ejércitos federales huertistas y dominaban más de la mitad del país: toda la frontera norte, todo el territorio desde la costa del Pacífico a la costa del Golfo y todo el Bajío. Cuando los zapatistas desalojaron a las fuerzas armadas huertistas de Cuernavaca, habían derrotado en el sur al ejército federal huertista desde Chilpancingo a Atlacomulco, sin embargo ya no pudieron derrotar a los militares huertistas sitiados en Cuernavaca, debido a que se atrincheraron de forma inexpugnable en esta ciudad y resistieron durante 74 días los ataques del ejército zapatista, motivo por el cual y para evitar una contundente derrota, los sitiados tuvieron que abandonar Cuernavaca, ya no para salvar al gobierno de Huerta que ya no existía, sino para salvar sus vidas.

A este acontecimiento se le conoce como el rompimiento del sitio de Cuernavaca. Como resultado del prolongado asedio y debido a que los militares huertistas ya estaban desesperados e incomunicados porque los zapatistas cortaron los cables del telégrafo y del teléfono y dinamitaron las vías del ferrocarril, la población civil cuernavacense padecía una situación angustiosa debido a la inseguridad, a la falta de alimentos, a las enfermedades y al terror de que los zapatistas tomaran Cuernavaca, la saquearan y violaran a las mujeres, entonces el comandante en jefe de la plaza sitiada general Pedro Ojeda, dio la orden a su ejército de que la mañana del 13 de agosto abandonara la ciudad. Miles de cuernavacenses no quisieron quedarse en Cuernavaca, debido al temor de verse abusados por la furia de los zapatistas, y decidieron huir integrándose a la columna humana que abandonaría la ciudad ante el riesgo de verse atacados por el enemigo.

En realidad, los civiles que acompañaron a los huertistas en su salida fueron la carne de cañón para protección de los militares. Apenas saliendo el sol la mañana del 13 de agosto, el general Ojeda ordenó que toda su tropa se reuniera en la plaza de armas frente al Palacio de Cortés, y que todos los soldados se presentaran bien armados. La columna que organizó el general Ojeda para evacuar Cuernavaca la integraban 8 mil personas, el 60% eran civiles. Cuando ya estaba todo listo para salir, Ojeda ordenó destruir el armamento que no pudieron llevarse para que los zapatistas no lo aprovecharan. Entre la columna iban familias de todas clases sociales, los jóvenes marchaban a pie, muchas mujeres iban a caballo o en mulas, otras personas iban en carretas cuidando a los niños y algunas familias iban en automóviles.

Los militares huertistas marchaban con poca artillería, la mayoría eran los de caballería y otro tanto era la infantería. Al principio Ojeda ordenó que la columna marchara rumbo al norte para salir por el pueblo de Santa María Ahuacatitlán y de aquí poder llegar a la ciudad de México, pero al llegar al pueblo de Tlaltenango fueron atacados por fuerzas zapatistas comandadas por Genovevo de la O, Antonio Barona y Francisco Pacheco, quienes forzaron a la columna a regresar a Cuernavaca. Debido a esta embestida, Ojeda decidió evacuar Cuernavaca por el sur rumbo al pueblo de Temixco para tomar el camino a Toluca.

La columna caminó rumbo al pueblito de Chipitlán, y antes de atravesar el puente del Pollo, en el tramo de la bajada, se dio la primera batalla entre la columna que huía y las fuerzas zapatistas comandadas por Emiliano Zapata y Amador Salazar. En este ataque la columna quedó en desventaja y rodeada por miles de tiradores zapatistas, quienes hicieron una matanza de 4 mil personas, masacrando a militares huertistas, civiles (niños, jóvenes, mujeres y ancianos); charcos y arroyos de sangre cubrieron la terracería.

A pesar de este atroz ataque, el resto de la columna continuó en desbandada la penosa marcha; lo soldados huertistas se defendían disparando sus fusiles, pistolas y cañones y lograron matar algunos zapatistas entre ellos a un destacado y valiente guerrillero de nombre Ignacio Maya, a quien Zapata admiraba por su osadía. El propósito de los zapatistas era que los huertistas no se apoderaran de la hacienda de Temixco, donde podían hacer una pausa, y efectivamente los perseguidos se siguieron de frente.

Mientras tanto Zapata se regresó a Cuernavaca, dejando instrucciones de que sus guerrilleros continuaran la persecución de la diezmada columna; de inmediato se dirigió al hotel Moctezuma, donde estableció su cuartel para posesionarse de la devastada capital de Morelos. Al mismo tiempo los militares huertistas y civiles que sobrevivieron a esta persecución lograron llegar a Toluca y al general Ojeda nunca pudieron capturarlo. En el tramo de la bajada de la muerte quedaron 4 mil cadáveres que al día siguiente fueron incinerados por voluntarios civiles. Considero que fue demasiado el tiempo que duró este sitio y que al no haber aniquilado a los huertistas que iban en esta columna fue un fracaso para Emiliano Zapata, a pesar de que tomó Cuernavaca y las consecuencias fatales las padeció la población civil cuernavacense. Los datos para escribir esta crónica los tomé de libros y de entrevistas que hice a personas que vivieron este traumático acontecimiento

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