La Escuela particular incorporada “Evolución” abrió sus cursos el 3 de septiembre de 1934, como escuela para varones y cerró en 1994.  Duró 60 años, había cumplido y celebró sus 50 años en 1984. Siempre había clases, los maestros no faltaban y si se reunían, siempre era en horas que no afectaran las clases en los grupos, no se trabajaba en los días patrios y los marcados por el calendario oficial. Había puntualidad al inicio y al final de las clases, así como en los minutos del recreo.

Siempre se contaba con profesores, en todos los grados y en todos los grupos. Se evaluaba a los alumnos semanalmente en una libreta de calificaciones, mensualmente y al cierre del año en las boletas de calificaciones de la SEP; yo me recuerdo que al menos desde 3º. Hasta 6º. año se hacía esto y en la ceremonia de fin de cursos se daban diplomas a 1º, 2º. Y 3er. Lugar en aprovechamiento anual.

No se promovía a ningún alumno a pasar al siguiente año por obligación, como la vox populi dice que lo hacían las escuelas de la SEP. Todos los alumnos lograban aprobar el año debido a la calidad docente.

Se fomentaban los hábitos de higiene, aseo personal y ahorro semanal. Los dineros depositados, así como las ganancias por venta de dulces de una cooperativa, se daban íntegramente al final del año.

Mis maestros fueron: 1er.año Gloria Aranda Ocampo, 2º. Y 4º. Mercedes Gallegos Mendieta, 3º. La maestra Elsa N  (de cuyo apellido no me acuerdo), 5º. Silverio Jaimez  González, extraordinario maestro con quien recorrimos las divisiones políticas del continente americano y partes de su historia. En 6º. Año fue el profesor Agustín Güemes Sánchez, hijo del propio Agustín Güemes Celis. Como yo cursé la primaria de 1962 a 1967, en todos los años recibí los libros de texto gratuitos. Eran en blanco y negro con los tonos de grises y estaban muy bien encuadernados, pues no teníamos que coserlos y aguantaban el trabajo y el traslado de todo el año escolar. Sus portadas en colores eran “La patria” envuelta en la bandera tricolor, obra de González Camarena. Recuerdo bien que, para todo el 6º año de primaria, los libros de texto y los cuadernos se dejaban bajo los bancos que cada uno tenía, sólo se llevaban a casa los libros para hacer la tarea. En todo el año escolar nadie perdió nada, así era la honradez en aquel tiempo. El conserje de la escuela y a la vez velador de la misma, pernoctaba ahí, era muy trabajador y se llamaba Arcadio Bello, era del mismo pueblo que mis antepasados en Guerrero: Mochitlán, que hoy ya es municipio y está a media hora de Chilpancingo. Nunca hubo salones sucios o basura acumulada de la escuela gracias a él. 

La escuela se encontraba en el Jardín San Juan, los alumnos teníamos la orden de no salir de ese perímetro y así se hacía, nunca nadie se fue de pinta o se perdió extraviado en los años que estuve ahí. Se consideraba a la escuela como nuestro segundo hogar y se trataba a los maestros con deferencia y obediencia.

Narraré ahora cómo era un día normal en el 6º año, teniendo al profesor Agustín Güemes Sánchez como profesor. Luego de entrar a las 8 horas, se comenzaba con cálculo aritmético mental, pues todos los alumnos habíamos hecho números del 0 al 9, el profesor iba indicando todo tipo de operaciones, incluidos números al cuadrado y al final indicaba quién daría el resultado. El alumno escogido levantaba los números, sin hablar y nadie volteaba para verlos, si este alumno se equivocaba, el propio profesor designaba a otro alumno para dar el resultado. Si era acertado se calificaba con puntos.

El sistema de puntaje en 6º año era tal que se sumaban todas las tareas, trabajos, ejercicios día con día y el jueves antes de salir se daba la suma total de la semana, anotándola el profesor. Si alguien se inconformaba, al final de clases podía revisar cada tarea y la suma total. Esa tarde del jueves el maestro llenaba a mano cada libreta de sus alumnos anotando si habían ahorrado, su aseo en el uniforme y el calzado, así como observaciones si eran necesarias. Esto estimulaba la competitividad y la competencia era leal y sin agandalles. Así que en estas actividades practicábamos la virtud de la honradez y la veracidad, el ahorro y el aseo personal. Como en mis años de primaria no había calculadoras de ningún tipo, esto nos sirvió toda la vida para hacer cuentas, sumas de compras, restas de totales para recibir cambio de algunos billetes. Eran pues aprendizajes prácticos y para la vida cotidiana.

El uso del uniforme, una camisa a rayas verticales azul y blanco y un pantalón gris, evitaban las distinciones sociales entre pobres y ricos. Recuerdo haber tenido compañeros hijos de profesionales, de comerciantes, de herreros y de algún sastre.

Aunque la escuela era particular, las cuotas que se pagaban no eran onerosas ni pragmáticamente elevadas. Si la memoria no me falla pagábamos mensualmente 125 pesos, equivalentes en esos años, (pues el tipo de cambio estuvo fijo a $12.50 por un Dólar) a $10 dólares (USC). Tal vez por esta razón y por la calidad educativa, la Escuela Particular Incorporada “Evolución” tuvo en esos años, los anteriores y los posteriores gran prestigio social y mucha demanda. En algunos grados escolares había grupo A y grupo B. Cada grupo podía tener de 30 a 40 alumnos.  última cuota que cobró la escuela en 1994, año de su cierre fueron $800 de inscripción y colegiatura mensual de $400. Aunque era una escuela particular o privada, no primaba en ella el ánimo de lucro, fue siempre una escuela que cobraba moderadamente e incluso becaba a alumnos con el 100% de sus cuotas, como a varios compañeros claramente de extracción rural, pues el habla y sus entonaciones vocálicas daban fe de su origen. Tampoco se cobraba a los hijos de los Güemes en las diversas generaciones que estudiaron. Era una empresa familiar pequeña, como si dijéramos hoy una pequeña empresa familiar pues en ella trabajó muchos años Ma. Luisa Güemes, “la señorita Güicha” como secretaria y administradora, así como el profesor don Agustín Güemes Sánchez, hijo del mismo Agustín Güemes Celis, Agustín Güemes III, Antonia Güemes y otra profesora Güemes cuyo nombre escapa a mi memoria.

Las ceremonias cívicas y los Honores a la Bandera eran iguales a las de otras escuelas, los lunes por la mañana y a primera hora, pero luego del Himno Nacional nosotros cantábamos siempre “La marcha Morelense” y el Himno de la escuela Evolución.

Había un salón de cantos que estaba en planta baja y en una de las esquinas de la escuela, junto a la dirección y ahí había un piano que interpretaba la maestra Carmen Carrillo. Había dos medias horas de clases de inglés a la semana. El español se estudiaba con rigor y hasta hacíamos análisis gramaticales de párrafos, que a mí me encantaban pues saber el papel de cada palabra en las oraciones de un párrafo, al volvernos lectores, éramos ya lectores avisados y conscientes de las funciones gramaticales. CONTINUARÁ…

Por: Eduardo Bello Ocampo  /  bellocampo@yahoo.com

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