Desde una perspectiva histórica, la figura del charro mexicano se remonta a la época de la colonia, cuando se originaron las haciendas de economía mixta, agrícola-ganadera, conocidas como estancias o ranchos. 

La Fiesta Charra durante la Colonia

En el siglo XVI, los terratenientes, poseedores de ganado y propietarios de grandes extensiones de tierra, fueron los mayormente beneficiados con la economía rural, para la cual requirieron una gran cantidad de trabajadores. 

Las haciendas prósperas llegaron a emplear varios centenares de peones permanentes, un tanto eventuales y en menor cantidad de arrendatarios y de aparceros que se encontraban en los límites de las haciendas, esparcidos en rancherías o congregaciones y en pequeños caseríos. 

El agro mexicano giró durante varios siglos en torno a la economía de las haciendas, predominando aquellas criadoras de ganado mayor, en donde surgió una significativa escala de trabajadores protagonistas de hechos que darían origen al charro y a la charrería. 

Los trabajadores de las haciendas, principalmente los de libre movilidad como los arrendatarios, aparceros y rancheros, dejaron grata memoria escrita de aquellas faenas camperas, finalizadas en festejo, conocidas como rodeos.

 Conforme a lo reglamentado en 1574, el rodeo era una batida circular que hacían los vaqueros montados en sus caballos para bajar el ganado de las serranías y concentrarlo en un punto donde se haría la selección de animales, ayudándose de largas puyas con punta de hierro, similares a las garrochas. Los animales sin marca “orejones” se repartían entre los distintos “señores de ganado”, y los de marca desconocida eran entregados a los representantes de las autoridades virreinales como bienes mostrencos. 

La faena de amansar y arrendar o hacer a la rienda los caballos que, como el ganado bovino se habían multiplicado en estado semisalvaje en las grandes planicies, requería de hombres diestros y entrenados. Para separar el ganado que vagaba sin reconocer límites de la hacienda a la que pertenecían, se designaba un sitio llamado rodeo. Ahí se reunían para contar, reconocer y vender el ganado mayor. Enseguida los vaqueros marcaban a las bestias con el hierro del hacendado en sitios especialmente designados, ocasión que se convertía en una celebración colectiva. Nacieron entonces los herraderos y así algunos animales eran elegidos para la agricultura o el transporte y se procedía a caparlos para facilitar las labores. 

La actividad conocida como “coleadero” surgió como una necesidad, pues a menudo, las haciendas tenían demasiado ganado; una vez que los animales estaban separados, los vaqueros acostumbraban derribarlos, tirándolos por la cola. Surgía así entre los jinetes un enfrentamiento amistoso deportivo.

Charros en Cuernavaca

Pues bien, ya tenemos un panorama más amplio de cómo se originó la charrería en México, en Morelos fue completamente igual, en donde muy buenos charros como don Emiliano Zapata gozaron de la fama de excelentes arrendadores. 

El deporte de la charrería en Cuernavaca se remonta al año de 1924, cuando un grupo de charros, entre los que se destacan: don Octavio de la Peña, el Coronel Mercado, el ingeniero Avelar, el señor Mendoza, don Antonio Salinas, don Carlos Malacara y mi señor Padre, Luis Sedano Montes, iniciaron este gran pasatiempo en un lienzo construido en Chapultepec. Posteriormente, se trasladaron a Amatitlán, en donde el lienzo era abarrotado por la gente para ver las faenas. 

 Fue en el año de 1940 cuando con ayuda de los militares, se construyó un lienzo más en forma, en la estación, pero aún no tenía lo que se necesitaba para practicar completamente la charrería, no obstante,  ya se tenía la ilusión de tener un lienzo charro digno de nuestra gran ciudad de Cuernavaca y así, juntándose todos ellos, incluyendo a don Alfonso Castro, que fue el dueño de la gasolinera ubicada enfrente del Jardín Morelos, don Chema Muñoz, dueño en aquel entonces de la gasolinera Las Palmas, don Rubén Hernández y mi señor padre don Luis Sedano Montes aportando dinero y pidiéndole apoyo al gobernador don Ernesto Escobar Muñoz iniciaron esta gran empresa. Recuerdo que me comentó mi padre que después de una charreada, en una comida que le organizaron al gobernador Escobar, le pidieron la ayuda para construir el lienzo, el cual los apoyó completamente. 

Pues bien, el 30 de mayo de 1952 fue la inauguración de esta magna obra, la cual se podía utilizar como lienzo charro o plaza de toros, ya que tenía las medidas y barreras reglamentarias, asimismo, tenía burladeros, chiqueros, corrales, embarcaderos, incluso contaba con una sala de cirugía de emergencias y por si fuera poco, tenía un oratorio que por cierto, la virgen de la capillita la trajo don Chema Muñoz, de España. La bendición la realizó el Padre Nica como todos lo llamaban y desde luego, este emotivo evento contó con la presencia del Gobernador Ernesto Escobar Muñoz; en ese mismo año, el Presidente de la República, Lic. Miguel Alemán Valdez, emitió un decreto en el cual otorgaba la propiedad de dicho lienzo a la Asociación de Charros de Cuernavaca, pero esa felicidad no duró mucho, ya que cuando el General Rodolfo López de Nava ocupó la gubernatura derogó dicho decreto y el lienzo pasó a manos del Gobierno del Estado.

Del cronista
Octavio Sedano Reynoso
osedano@live.com.mx

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