Hace unos días vi en Facebook un reportaje realizado por una televisora local, en este presentaban los lugares emblemáticos de la colonia Carolina de esta ciudad de Cuernavaca.

Desgraciadamente dicho reportaje estaba mal documentado, pues tenía información falsa o tergiversada.

Por ejemplo: Afirmaban que esta colonia se había establecido en lo que fue la hacienda de “La Carolina”, cuyo propietario había sido don Eugenio J. Cañas, cosa que es totalmente falsa: Por lo anterior, me permito compartir algunos datos sobre esta popular colonia.   

Durante la segunda mitad del siglo XIX, el área que va del mercado de la Carolina, siguiendo por la calle de Álvaro Obregón hasta llegar al actual Hospital “Dr. Carlos Calero Elorduy” (antes clínica del ISSSTE), se le conoció como “Calzada de las Fábricas”, debido a que en esta se encontraban tres empresas dedicadas a la elaboración de aguardiente. La primera de ellas era precisamente “La Carolina”, que perteneció a los señores Arvizu, Béistegui y Carmona y ocupaba el área en donde se encuentran actualmente el Mercado de “La Carolina” y la Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de Los Lagos. De 1887 a 1890 esta fábrica produjo 3,960 barriles anuales y en 1891 incrementó su producción a 4,320. Se dice que uno de los propietarios tenía una hija que se llamaba Carolina, de ahí el nombre de la factoría y posteriormente de la colonia.

 La segunda fábrica se llamó “Rancho Grande” y perteneció a uno de los grandes benefactores que tuvo la ciudad en esa época, don Ramón del Portillo y Gómez, quien también era dueño de las haciendas de Buena Vista, Chiconcuac, El Puente y de Nuestra Señora de los Dolores ubicada en el actual municipio de Emiliano Zapata. El 24 de febrero de 1900 esta factoría pasó a manos de su heredera, su hija María del Portillo de Diez y Sollano y había dejado de producir aguardiente. Su valor comercial se estimó en 4,000 pesos y tenía una extensión de 21,533 metros cuadrados. El terreno se consideraba de mala calidad, no apto para el cultivo por ser en su mayor parte de tepetate. Colindaba al poniente con la barranca “La Carolina” (conocida también como “De los Caldos”, porque en ella se vertían las aguas residuales de estas empresas) y al oriente con la calzada de “Las Fábricas”. Para 1909 su edificio y galeras era utilizado como maderería.

Más al sur, sobre la avenida Álvaro Obregón se encontraba la fábrica de “San Sabino”, cuyo propietario fue don Agustín Robalo, quien a su vez era dueño de la hacienda de “San Nicolás Obispo”. En 1886 esta empresa había reportado una producción de 2,880 barriles de aguardiente y tenía una extensión de 54 mil metros cuadrados. Colindaba al poniente con la fábrica “La Carolina” y por el oriente a la citada calzada. De acuerdo con el Arquitecto Alfonso Toussaint, en su libro “Haciendas de Morelos”, “San Sabino” se ubicaba en donde luego estuvo la terminal Transportes Estrella Blanca.

El 11 de marzo de 1907 don Juan Pagaza donó esta propiedad a su hija, doña Juana Pagaza de Carriles y para 1909 la fábrica ya no producía el destilado de caña, sus construcciones se encontraban en ruina y se manifestó su valor comercial en 2,500 pesos. 

Cabe señalar que en 1891 se reportaba la existencia de 34 fábricas de aguardiente y 14 fábricas de Mezcal en todo el estado de Morelos. Al llegar la revolución estas tres fábricas, como toda la industria fabril y las haciendas de la entidad quedaron en ruinas.  

Don Eugenio de Jesús Cañas (1848-1923), no tuvo mucho que ver con la colonia Carolina, en realidad era vecino. Fue el administrador de rentas del distrito de Cuernavaca y otro de los grandes terratenientes que existieron durante el porfiriato. Era dueño del enorme “Rancho Atzingo”, de 720 hectáreas, que colindaba al norte con los pueblos de Santa María y Tlaltenango, al sur con el pueblo de San Antón, al poniente con la barranca de Atzingo y Ahuatlán y el pueblo de Temixco, al oriente colindaba con la actual colonia Carolina. 

En 1883 don Eugenio donó a la ciudad el predio “La Leona”, a fin de construir el conocido panteón municipal y en 1899 edificó dentro de su propiedad la “casa de turbinas”, a fin de instalar el primer dínamo que abastecería de energía eléctrica a la ciudad. Esta hidroeléctrica se levantó en la barranca de “La Leona” (por la actual calle El Centenario o Zaragoza). Para su operación don Eugenio erigió una presa en la parte alta de su propiedad (por la calle Ávila Camacho), a fin de captar las aguas provenientes de Santa María, Tlaltenango, de la Barranca de Ortiz y de los manantiales de Axomulco. Asimismo, construyó un acueducto (que aún existe) en la parte sur del “Rancho la Soledad”. Luego mediante un tubo que bajaba por la actual calle Libertad, hacía llegar el caudal de agua a la turbina. Posteriormente, en 1906, don Eugenio cambió su empresa “Porfirio Díaz de Luz y Fuerza Eléctrica” a la colonia “Las Águilas” y estableció en primer inmueble una fábrica de hielo.

Las ruinas del “Dínamo Viejo” en la barranca de “La Leona” aún se pueden ver desde el puente “El Centenario” de la colonia Carolina.

 

Continuará…

Por: Valentín López G. Aranda  / valentinlopezga@gmail.com

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