La guerra de independencia fue un movimiento militar, político y jurídico. A Morelos le tocó derruir la estructura jurídica novohispana al reconocer a los aquí nacidos como americanos (Brian Hamnett). El antiguo vocal y capitán general de la Suprema Junta Nacional Americana, Morelos, el más afamado estadista y estratega militar que produjo la insurgencia, fue designado por los congresistas de Chilpancingo como Generalísimo (Moisés Guzmán P.). En cinco años de campaña, entraron en poder de Morelos grandes sumas de dinero, nunca tomó para sí más que lo preciso, siendo su gasto personal muy corto y nada separó para su provecho particular. Tal era el enemigo del gobierno virreinal (Lucas Alamán). Morelos estaba empautado, porque fue un milagro que nunca le asestaron un balazo ni un machetazo cuando participaba en los combates. No dudo que estuviera empautado, pero no por el diablo, sino por la Virgen de Guadalupe, quien era su protectora. Durante las jornadas de sus campañas recibió la bendición y protección de algunos chamanes, quienes lo veían con admiración y seguramente ellos le dieron ese blindaje contra los peligros. Entre los guerrilleros insurgentes se decía que un hombre como Morelos estaba “cerrado”, es decir que los disparos dirigidos a él, se desviaban de su cuerpo, como sucedió en febrero de 1811 cuando al atacar la fortaleza de San Diego en Acapulco, fue recibido con una descarga de artillería y fusilería; en diciembre de 1811 cuando en la batalla nocturna de Izúcar terminó peleando cuerpo a cuerpo a machetazos con la ropa ensangrentada y en febrero de 1812, al inicio del Sitio de Cuautla, cuando estuvieron a punto de atraparlo en una emboscada, en la cual se defendió como fiera con puñal y pistola (Juan J. Landa). Morelos es a nuestros ojos el tipo de héroe ideal. Varón esclarecido que se presenta al examen histórico, reuniendo al genio, el valor indomable y la más exquisita bondad. Todo es digno de admiración en este hombre ilustre, grande entre los grandes. Su enorme fuerza de acción, aplicada a la obra sublime de la libertad de su patria, se hace sentir en toda la lucha épica en la guerra de independencia (Julio Zárate). Morelos alcanzó la fama y la gloria por sus hazañas heroicas como haber roto el sitio de Cuautla, conquistado la provincia de Oaxaca y tomado el puerto de Acapulco. Por tal motivo se dice que Napoleón Bonaparte expresó que con tres Morelos conquistaba el mundo (Juan J. Landa). Para Morelos, la Virgen de Guadalupe participó de una manera decisiva a favor de la causa libertadora y en ocasiones actuó junto con Dios mismo; ambos por ejemplo, libraron milagrosamente a los sitiados de Cuautla. El Sitio de Cuautla le dio a Morelos la fama y la gloria como militar y lo llevaron a convertirse en Chilpancingo en padre del Estado Mexicano (Samuel Hernández B.). Morelos logró resistir el sitio que las fuerzas de Calleja le impusieron durante 72 días en Cuautla. Más de 6 mil realistas fueron incapaces de someter a los cuatro mil insurgentes que se fortificaron allí. No importó el hambre, ni la sed, ni la carencia de municiones, ni el terrible calor. Morelos resistió hasta la tentación al indulto que le ofreció el Virrey. Decidió romper el sitio y, sin que pudieran detenerlo, salió de Cuautla. Pocos son los casos de epopeyas similares que registra la historia universal (Manuel Villalpando). Lejos de envanecerse con una carrera triunfal, que hacía ondear el pabellón insurgente en casi todos los poblados del sur, con un ejército que lo adoraba y con un prestigio robusto y poderoso, Morelos manifestó en la administración civil un juicio y un talento admirables. Deseaba el establecimiento de un nuevo gobierno. Rehusó reconocer el título hipócrita que tomó la Suprema Junta, de representante de Fernando VII (Guillermo Prieto). En los momentos críticos de los combates, la personalidad de Morelos –siempre al frente de sus soldados- era avasalladora; su voz de trueno se imponía sobre el ruido de la fusilería, los gritos de los combatientes o el fragoroso tronar de los cañones, y su ejemplo –a veces más que valiente, temerario- contagiaba de frenesí combativo a los que lo seguían (Ubaldo Vargas). Morelos formó un ejército de 6 mil soldados, que reclutaba a partir de una selección de los mejores hombres de cada pueblo, fuertes y conocedores del manejo de las armas, a quienes se adiestraba y disciplinaba con rigor. Los realistas se sorprendieron al enfrentarse al antiguo cura, pues se encontraron con un brillante estratega que golpeaba las vías de comunicación, dislocaba el comercio, conocía las rutas de acceso y escape (Manuel Villalpando). Morelos con 10 mil hombres conquistó en 1812 la opulenta ciudad de Oaxaca, capital de intendencia y de obispado, la que calificó como “Una provincia que vale por todo un reino”. Tomó Oaxaca en un asalto que duró medio día de sangrienta lucha; el botín obtenido fue enorme. Fusiló a los tres comandantes realistas vencidos y puso en libertad a los presos políticos. Entonces sus huestes le dieron el título de “El rayo del Sur”. De inmediato le escribió a López Rayón para informarle que había tomado Oaxaca, donde permaneció dos meses y medio. En Oaxaca convocó al pueblo para elegir intendente. Designó a los integrantes del ayuntamiento. Expidió nombramientos políticos, burocráticos, eclesiásticos y administró justicia. Reorganizo, equipó y uniformó a su ejército. Expidió el edicto sobre la devoción a la Virgen de Guadalupe. Hizo la jura de obediencia a la Suprema Junta Nacional Americana. Fundó la edición de tres periódicos. Escribió 11 cartas dirigidas a diversos destinatarios, redactó dos decretos y dos manifiestos. Estableció una maestranza. Acuño monedas. Patrocinó desfiles, festejos y bailes. Posó ante un pintor anónimo para legar a la posteridad el más fiel de sus retratos. Con estas acciones Morelos demostró sus grandes capacidades de administrador y político (Moisés Guzmán P.). Morelos no vivió para sí mismo, sino para los demás. Una de sus aspiraciones expresadas en el momento culminante de su carrera militar y política, fue que lo llamaran “Siervo de la Nación”. Servir a los demás, hasta el sacrificio de su propia vida. Como su anhelo fue servir, se subordinó siempre a la autoridad insurgente. Prefirió organizar las instituciones de la nación que soñaba hacer independiente, a la gloria de los triunfos militares. A su voz se reunió el “Congreso de Chilpancingo”, quien hizo para el país la declaración de independencia; a los congresistas dio las fundamentales ideas para la constitución, y elegido generalísimo, dio el más noble ejemplo de obediencia y subordinación a la ley. La constitución de Apatzingán se proclamó porque él se constituyó en su escudo y su defensa (Ubaldo Vargas). 

 Morelos, obra de Juan O´Gorman, fresco, 1960, Castillo de Chapultepec.

Por: Juan José Landa Ávila / opinión@diariodemorelos.com

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