El primer documento que leí sobre la historia del Jardín Borda, es un folleto de 15 páginas titulado “Datos alusivos al Jardín Borda” (1974), publicado por el culto sacerdote e historiador cuernavacense Lauro López Beltrán (1904-2001), quien me lo obsequió en 1980. El segundo documento que leí sobre el Jardín Borda, es el libro de 141 páginas titulado “La verdadera historia del Jardín de la Borda” (2009), publicado por el excelente cronista cuernavacense Heberto González de Matos, quien me hizo el honor de incluir mi nombre en la bibliografía de este libro.
Del Jardín Borda existe una gran riqueza literaria, que nos permite conocer su historia; durante el siglo 19, 20 y 21 se han publicado infinidad de escritos sobre este histórico edificio que nos heredo don Manuel de la Borda y Verdugo. Viene a mi memoria lo que publicó en 1919 la mayor autoridad en historia morelense, el ingeniero Domingo Díez (1881-1934): “La calle de Hidalgo está cerrada por dos bellísimos monumentos coloniales: el Palacio de Cortés al oriente y el Jardín Borda al poniente. Al penetrar a la casona solariega de sencilla y humilde fachada, dos grandes patios de aspecto respetable y antiguo se presentan al visitante, el que se encuentra grata y admirablemente sorprendido al trasponer una reja que lo hace penetrar en las lindas calzadas a las que sirven de bóveda florida una empalizada de rosas blancas. La frescura y solaz de estos encantadores sitios no tiene igual. El grandísimo estanque del norte es sencillamente hermoso,… un embarcadero formado por una proporcionada arquería de cinco arcos con su típico tejado, contribuye a hacer más encantador este privilegiado lugar. El agua para este estanque era llevada por un acueducto que descendía de las montañas del norte… En los ángulos de la barda occidental se encuentran dos hermosos miradores de artístico gusto, que extasían la vista en la pintoresca barranca del jardín, con el pueblo de San Antón en la ribera contraria. Este bello monumento fue restaurado en 1915, en pequeña parte, por su propietario el señor licenciado Francisco Rodríguez, pero sin perder ninguno de sus atributos primitivos y conservando la intención de su fundador…”
Comparto con mis lectores una remembranza que hace de su niñez un vecino que vivió enfrente del Jardín Borda, el distinguido ciudadano cuernavacense Marcial Ugalde Pérez, quien evoca en su libro “La casa de los ángeles” (1976), las innumerables horas de recreo que pasó en el citado palacete en la década de los años 20 del siglo XX: “Al desenredar la madeja de los recuerdos de mi infancia, viene a mi memoria el Jardín Borda, hermoso en verdad, pero ya convertido en Borda Garden Inn. Una posada para los norteamericanos que en raudal, visitaban la siempre hermosa e incomparable Cuernavaca. El Jardín Borda es bellísimo, con su estanque de aguas cristalinas, la exuberancia de sus jardines, donde crecen las más variadas plantas que dan la alegría de sus flores. La sombra siempre grata de los árboles añosos y las delicias de sus frutos que pude saborear a mis anchas, en mis años mozos, dormí algunas siestas bajo sus frondas y bebí con verdadero deleite las linfas frescas y dulces de sus surtidores y bañé mi pequeño cuerpo, en los líquidos cristalinos de sus estanques. Lugar apacible, lleno de santa quietud, sólo turbado por los cantos melodiosos de los pintados pajarillos que vuelan de rama en rama y de fruta en fruta. Rumor de alas, trinos, la dulce sinfonía del agua que se desliza prodigando vida y frescura a las plantas, el crujir de la hojarasca al paso de los reptiles y el sonido seco de la fruta madura que cae; el perfume de las flores que embalsaman el ambiente y un cielo siempre sereno, son los recuerdos de mi niñez, del maravilloso Jardín Borda, inspiración de poetas, admiración de turistas, pasillos umbrosos donde parece que vaga la gallarda figura de Maximiliano y la bella silueta de la hermosa emperatriz Carlota, que tanto frecuentaron este esplendido lugar y se levantan en la profunda lejanía, los recuerdos siempre gratos de mi dorada niñez.”
Una de las pinturas al óleo más conocidas del Jardín Borda, es la que pintó en 1939 el pintor español Salvador Tarazona, en donde el artista plasmó un paseo nocturno de la pareja imperial, quienes caminan en torno al gran estanque de aguas cristalinas, acompañados por otras parejas de la corte. Esta pintura fue restaurada en el año 2017 y actualmente puede apreciarse en uno de los salones del Centro Cultural del Jardín Borda. Otra pintura al óleo de la colección del Museo de Sitio del Jardín Borda, es el retrato de don Manuel de la Borda y Verdugo, que data de 1785.
Un acontecimiento registrado el 12 de junio de 1911 en la historia de Cuernavaca, es el banquete que Juan N. Carreón, gobernador de Morelos, ofreció en el Jardín Borda a Francisco I. Madero, candidato a la presidencia, a donde se dice asistió el caudillo revolucionario Emiliano Zapata Salazar. Esto es falso: Zapata se presentó en el citado palacete como invitado de Madero, pero al ver que los comensales eran hacendados, políticos e invitados de la alta sociedad, se retiró de inmediato. Existe una foto donde se ve a Madero acompañando a Zapata, saliendo del Borda. Al respecto Porfirio Palacios, miembro del Ejército Libertador del Sur y Gildardo Magaña, miembro del consejo de asesores de Emiliano Zapata, en sus respectivos libros, afirman contundentemente que Zapata no estuvo presente en el citado banquete. Los que afirman que Zapata sí estuvo en dicho banquete, lo dicen porque existe un texto del menú servido ese día, donde aparece la firma de Zapata. Y si en verdad es la firma de Zapata, alguien lo embaucó para que lo firmara. Sin embargo, Zapata no estuvo presente en ese banquete, como me lo relató el veterano zapatista don Francisco Gutiérrez Rosales (1893-1984), nativo de Cuernavaca y testigo presencial de lo ocurrido ese día, en que Zapata se presentó por unos minutos en el patio de entrada al Jardín Borda, para luego retirarse y regresar caminando a su cuartel del hotel Moctezuma, donde lo esperaba su estado mayor.
Por: Juan José Landa Ávila / opinion@diariodemorelos.com