Cuernavaca, Morelos.- A Juan Carlos Serrano Dávila le sorprendió tener COVID-19 porque sus síntomas correspondían a una “simple” rinofaringitis, de acuerdo con el médico que lo diagnosticó tres días después de que empezó a sentirse mal. A la consulta llegó con tos fuerte, fiebre, dolor de cabeza y pérdida de un poco de visibilidad.

En pleno Día del Niño fue a ver al doctor porque la tos le aumentó, y regresó a su casa confiado, con tratamiento; “no pasó por mi cabeza que fuera COVID-19”, confiesa este joven de 29 años de edad, que trabaja en una empresa ubicada en la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (CIVAC).

Pero para el fin de semana “fueron empeorando las cosas; la fiebre ya era más alta y la tos no me dejaba respirar, sentía que me ahogaba, así que todo apuntaba a que era algo mucho más serio”; sin embargo, Juan pasó así ese fin de semana.

El lunes cambió de doctor, “y al revisarme me confirmó que eso era muy serio, pues en la garganta yo tenía puntos blancos con pus, por lo cual decidió hacerme unos estudios y el diagnóstico arrojó positivo a COVID-19. Fue un golpe impactante para mí, e inmediatamente el doctor me mandó a aislar por lo menos de 15 a 20 días y me recetó un antiviral”, narra Juan Carlos.

En el viaje

Juan sospecha que pudo contagiarse en el transporte cuando viajaba a Iztapalapa a visitar a sus hermanas; una de las alcaldías de la Ciudad de México con mayores índices de COVID-19.

El monitoreo al que lo sometieron contaba con llevar un medidor de oxígeno (oxímetro, de pulso), que indicaba niveles de oxigenación por debajo de lo normal; “también llegue a tener temperaturas de 40 grados y ya en esa condición casi no podía ver bien”, comenta.

Juan Carlos Serrano destaca que “nunca había experimentado ese tipo de fiebres. En la noche se agudizaban más los síntomas, sentía que la cabeza me iba a explotar, sudaba mucho, más de lo normal, y en esas condiciones tan criticas decidí que me llevaran al hospital”.

Justo en ese ínter una de sus hermanas, la que lo cuidaba, se contagió de COVID-19.

“Cuando llegue al hospital, comentaron que mi saturación estaba en 89 por ciento, un rango muy por debajo de lo usual, porque lo mínimo en lo que debemos estar es 95 de un total de 100, así que me ingresaron al hospital y allí pasé cuatro días internado. Ahora puedo decir que la libré”, celebra Juan Carlos.

De rinofaringitis a COVID-19

Contagio. Juan Carlos Serrano  tuvo síntomas no graves de COVID-19 y el personal médico pudo restablecer su salud  con pocos días en hospitalización.

Por: Luis Flores / luis.flores@diariodemorelos.com

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