Las relaciones entre México y España atraviesan uno de sus momentos más tensos en décadas luego de que el gobierno mexicano volviera a exigir una disculpa formal de la Corona española por los abusos cometidos durante la Conquista.

La controversia se reactivó después de que Claudia Sheinbaum, presidenta de México, afirmara que “seguimos esperando” una respuesta al llamado en el que se solicitó al rey español reconocer los excesos coloniales.  Por su parte, desde España se respondió que no corresponde pedir perdón por hechos que ocurrieron hace más de cinco siglos, alegando que no se siguieron los canales diplomáticos convencionales.

El origen del conflicto se remonta a 2019, cuando el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador envió una carta al rey Felipe VI. En dicho documento se solicitaba una disculpa oficial por la Conquista de América. España lamentó la iniciativa y señaló entender que la relación debía basarse en una visión compartida hacia el futuro.

Los argumentos del gobierno mexicano se basan en que la Conquista implicó sometimiento, explotación y destrucción de civilizaciones indígenas, una narrativa que forma parte de la historiografía nacional.  En respuesta, sectores en España han expresado que el pedido forma parte de una visión política y de memoria histórica que busca reabrir heridas antiguas.

Aunque no se ha roto formalmente la relación diplomática, se han registrado fricciones: la negativa de invitar al rey a la toma de posesión de Sheinbaum, por ejemplo, ha sido interpretada como un gesto simbólico de distancia.

Al mismo tiempo, ambos países han realizado gestos de acercamiento: intercambios culturales, exposiciones de arte precolombino en España y participación en ferias del libro. Estos actos muestran que, pese al desencuentro, la relación bilateral mantiene canales activos.

En resumen, el pedido de disculpas de México ha puesto sobre la mesa cuestiones históricas, culturales y diplomáticas que aún repercuten en las relaciones internacionales. El camino hacia la reconciliación, según analistas, requerirá no solo gestos simbólicos sino también diálogo profundo sobre cómo ambas naciones entienden su pasado compartido.

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