En la continuidad de las vivencias y consecuencias tenidas por aquel Congreso Nacional de Preparatorianos, parcialmente cumplido en Jalapa, Veracruz, tras “la nodriza” que recibí no recuerdo nada con relación al retorno de esa ciudad a la Ciudad de México, donde casi en inconciencia pude ver la Torre de Ciudad Universitaria y haber escuchado la expresión de alguno de los dirigentes de la Federacion de Estudiantes de la UNAM quien dijo: ¡“Ya llegamos, ahora sí ya estamos en nuestra casa, lejos de los pinches policías de Veracruz; a ver si se atreven”…! Sin lugar a dudas que con ello se refería a los hechos violentos que vivimos en la capital de aquel estado, donde el Congreso de Estudiantes Preparatorianos tenía muy buenos acuerdos esperanzadores para beneficiar en el país a los estudiantes de bachilleratos y a las universidades en lo general por las respuestas aprobadas para que a nuestras casas de estudio superiores se les apoyara con mayores recursos humanos, equipamiento y presupuestos… Parece que eso les inquietó en aquel tiempo, casi a mediados del sexenio del Gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, mandatario nacional en turno… Sólo recuerdo vagamente que ese dirigente me dijo: “¡Lamento lo que te pasó cabrón; Arellano ya me contó la chinga que te pusieron, pero te vas a recuperar; te van a llevar a Cuernavaca junto con nuestros compañeros de Morelos -Rafael Díaz del Castillo y Moisés Velazco Martínez-; ahí te los encargo
Arellano -Fernando-, ya nos veremos!…” No lo volví a ver, sólo supe de él hasta el Movimiento Estudiantil de 1968, donde él, Gilberto Guevara Niebla, fue uno de los principales líderes… En efecto, con la disposición del dirigente para contar con un vehículo, éste nos trasladó bajo los cuidados y recomendaciones a nuestro paisano integrante de la Dirigencia Nacional Estudiantil Fernando Arellano para que nos trasladara y dejara a buen resguardo en Cuernavaca… Ahí estaba el vehículo con chofer y los cuatro -Fernando, Rafael, Moisés y yo-, retornamos a nuestra tierra… Fernando tuvo una atención más, habló como representante de la Directiva Universitaria Nacional con el rector de la entonces Universidad de Morelos, el biólogo y maestro Félix Frías Sánchez, para ponerlo al tanto de los acontecimientos, hacer las recomendaciones necesarias de discreción y dar las atenciones médicas urgentes a este escribano… Con esas recomendaciones el cuasi médico biólogo-maestro Frías despidió Fernando, me revisó y me atendió… Todavía recuerdo cuando el dirigente Arellano me dijo: “Nos vemos paisano, estoy al pendiente”… El maestro
Frías procedió de inmediato a auscultarme en ojo, oído y oreja… El ojo, según me dijo tenía un gran derrame que con fomentos, algunas gotas y pastillas se diluiría por el enorme moretón y parte sangrante interna que tenía, en tanto que en el pabellón de la oreja no sé si me dio una o dos puntadas que después me quitó y afortunadamente me recuperé, al igual que de mi ojo y de mi vista tras dos o tres semanas de tratamientos… No volví a ver a Fernando como estudiante, pues ambos nos encontramos dos o tres años después cuando él había terminado su carrera e instaló su consultorio veterinario por rumbos del Hotel Los Canarios al Centro-Norte de Cuernavaca y yo ya estaba en los noticieros de radio en la XEJC y como escribano en algunos periódicos locales, amén de ejercer mi amada vocación de profesor en mi plaza federal y en la Escuela Militarizada Cristóbal Colón… El encuentro con el médico Fernando fue más que afectuoso, fraterno, yo recordé y le agradecí sus generosas atenciones y ahí nació una excelente relación y amistad para toda la vida que para él, hace pocos días llegó a su término… Hablaré del médico veterinario zootecnista Fernando Arellano y Fernández en mi entrega de mañana… Continuará. ¡Hasta mañana que será un día más!
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