Imagínate un teléfono móvil que funcione sin necesidad de enchufarlo nunca más. Esa visión podría estar más cerca gracias a las baterías nucleares, que usan materiales radiactivos de bajo decaimiento para generar electricidad durante décadas. Empresas como Betavolt están desarrollando prototipos —como su modelo BV100— del tamaño de una moneda, capaces de producir energía de forma continua durante 50 años o más, sin necesidad de carga convencional.

 

Este tipo de baterías funcionan mediante betavoltaje, un proceso en el que los electrones liberados por el decaimiento radioactivo de isótopos como el níquel-63 o carbono-14 atraviesan materiales semiconductores y generan corriente. A diferencia de las baterías de litio, no dependen de reacciones químicas, lo que elimina el desgaste por ciclos de carga y descarga, aunque su potencia hoy es muy limitada para alimentar dispositivos exigentes.

 

Entre las ventajas prometidas están la longevidad extrema y la estabilidad, pero los desafíos son enormes: la potencia generada en los prototipos actuales es muy baja, el blindaje necesario para la seguridad añade complejidad, y las regulaciones sobre materiales radiactivos hacen que la adopción masiva sea difícil.

 

Por ahora, estas baterías atómicas podrían tener aplicaciones iniciales ideales: sensores remotos, dispositivos médicos implantables, equipos en lugares remotos o misiones espaciales, donde reemplazar baterías es costoso o impracticable.

 

El objetivo final sería combinar tecnologías: baterías nucleares para mantener una carga base constante y baterías químicas para picos de consumo, haciendo que tu smartphone “nunca muera”. Aunque aún falta tiempo, los avances recientes apuntan a que esto podría convertirse en una realidad dentro de algunas décadas.

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