Uno de mis lugares favoritos para visitar dentro de la República Mexicana, es la ciudad de Torreón, en el hermoso Estado de Coahuila.

Las razones son variadas y van desde los muchos amigos, la espectacular gastronomía, el afecto de la gente y el equipo de futbol: Santos de La Comarca.

A la llamada “Ciudad de los esfuerzos” íbamos desde la época en que mi Padre era árbitro.

Estamos hablando de los 70 tempranos y la ciudad tenía dos equipos y sendos estadios.

Los “Diablos Blancos” eran el Torreón y jugaban en el “Moctezuma”, mientras que el Laguna, con uniforme verdiblanco, era local en el “San Isidro”.

En esa época solo se permitían cuatro extranjeros por equipo. Pese a ser equipos “chicos”, los laguneros tenían verdaderas figuras entre sus jugadores.

Con Torreón alineaban un defensor de nombre Rolando Pierucci, los delanteros Raul “indio” Solari, Enzo Gennoni y Aníbal Tarabini, estos tres últimos mundialistas en Inglaterra 66.

Los coterráneos alinearon en su momento a un crack como Claudio Lostanau, fueron el primer club de Carlos Eloir Perucci, brasileño que triunfó en Atlético Español y Cruz Azul, un contención de polendas como Alberto Rendo y el “bambino” Héctor Veira.

Entre ventas y cambios de sede, al final prevaleció el Santos Laguna como hoy lo conocemos, equipo que, tradicionalmente, ha sido un animador de los torneos y campeón en varias ocasiones.

Originalmente el equipo fue propiedad del “Grupo Modelo”, fabricante de cervezas mexicanas y por ello, al estadio viejo se le bautizó como “Corona”.

Un inmueble lleno de tradición, bravo para el rival y el árbitro, donde dirigí incluso una Gran Final.

Luego lo adquirió el Grupo Orlegui, siendo el accionista mayoritario un joven talentoso y audaz como Alejandro Irarragorri.

Tras los éxitos iniciales, el mareo natural proveniente de la vanidad atenazó a su dirigente y el abismo se abrió a sus pies.

Conflictos con la televisora dueña de sus derechos de transmisión, broncas fiscales, la abrupta diversificación del negocio al adquirir en España al Sporting de Gijón y un descuido financiero, tienen al equipo sumido en una crisis sin precedente.

Ahora, el dueño puso al frente a su hijo del mismo nombre. Aleco le dicen y no tengo derecho a dudar de su capacidad, sin embargo, la planeación y los resultados parecen haberlo rebasado.

Su primer acto de gobierno fue traer a un tránsfuga como el “tano” Fernando Ortiz, luego de sendos fracasos con América y Monterrey.

La bronca es que no le reforzaron al plantel y por ello, andan navegando en el último lugar de la tabla, sin empate y con cero puntos conseguidos.

Se cerró el límite para contratar y no llegaron noticias para el feudo verdiblanco, por lo que deberán enfrentar el resto del torneo con lo poco, muy poco que tienen.

Lo mejor sigue siendo el guardameta Carlos Acevedo, quién no debe ver la hora de emigrar a un equipo de verdad, que no sea… una pena.

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