Se jugó el domingo pasado la Gran Final de la UEFA Nations League en Münich, Alemania, entre las selecciones de España y Portugal.
Este torneo es uno más de los inventos que la gente de pantalón largo, mete con calzador en el calendario, con el fin de ganar dinero a carretadas, convirtiendo al futbolista en un esclavo, un gladiador, un mercenario a quien se le escatima el sagrado don del descanso.
El caso es que llegaron dos equipos con tradición y una gran rivalidad.
Los lusitanos dejaron en el camino a los teutones, mientras que la “Furia Roja” despachó, en un juego de alarido, al representativo francés.
Lo primero que llamó poderosamente la atención, durante la bella ceremonia de los himnos nacionales, fue el contraste en el promedio de edad.
Los estrellas portugueses, conocidos y curtidos en mil batallas, diseminados por los mejores y más caros clubes del mundo.
Los españoles, todavía con huellas de acné en el rostro, parecían el equipo representativo de alguna escuela preparatoria.
El trámite del encuentro, como dicen los expertos, transcurrió con normalidad, viendo adelante en un par de ocasiones a los ibéricos, para verse alcanzados algunos minutos después.
No fue un partido, digamos, electrizante, aunque tuvo sus emociones y eso sí, pinceladas de calidad al por mayor.
Lamine Yamal, el chico maravilla del Barsa, desapareció y con ello, mucho de la cuota de peligro de España.
Del otro lado, un muy bien conjuntado equipo se defendió con oficio y contragolpeó con eficiencia.
El arbitraje a cargo del suizo Sandro Shärer, de 37 años, fue impecable, incluso controlando un connato de pelea y de esa manera, se llegó a los tiros desde el punto de penal.
Antes de eso, tuvo que abandonar la cancha por lesión, el capitán Cristiano Ronaldo.
Anotó con puro olfato en el área chica el segundo gol de su escuadra y lo que ofrece dentro y fuera del campo, es la encomiable e indiscutible figura del Líder.
Los compañeros ejecutaron los tiros desde los once metros con maestría y tuvo que ser un veterano, como Álvaro Morata, quien cargara con la culpa de la derrota al fallar, de manera lastimosa, su disparo.
Por cierto y un poco al margen, si en todos los deportes que se juegan con pelota, la primera indicación es “no dejes de verla”, escapa a mi comprensión esa compulsa obsesión de los porteros de querer “adivinar” para dónde va el cobro.
El guardameta hispano Unaí Simón se tiró en todos, ahora sí que a lo puro guey.
España tiene en estos jugadores y algunos otros más que participan en la Liga, con muy pocos años, el futuro más envidiable de selección alguna en todo el orbe.
A Portugal, por lo menos con el equipo que se coronó, será muy difícil volver a verlo, dada la veteranía de su planta principal.
Por lo pronto, es un merecidísimo campeón y solo queda darle las gracias a Cristiano Ronaldo por seguir demostrando ese…Liderazgo ejemplar.