Se jugó una edición más de un partido que, pésele a quien le pese, se ha convertido en un clásico.

Se trata del América contra Pumas, cuya historia tiene episodios memorables.

El antecedente directo de la rivalidad, nace en una Gran Final jugada, como tercer partido, en cancha neutral.

Luego de empatar en el marcador global en ambos estadios, se designó al “Corregidora”, sito en Querétaro, para dirimir la corona.

El encuentro estuvo signado por la polémica, ya que las marcaciones del árbitro Joaquín Urrea, fueron, si no injustas, francamente dispares.

En una se marcó penal a favor de las Águilas y en otra, muy similar, se omitió la decisión.

Sin embargo, hay que ser objetivos y los azulcrema, le pasaron por encima al cuadro universitario.

Luego, vinieron un par de Finales, una en el Azteca y otra en Ciudad Universitaria, con resultados favorables para la localía.

En esta ocasión, se jugó en el viejo inmueble de la Ciudad de los Deportes, en la colonia Nochebuena, pegadito a la Plaza México.

A este local, desde el punto de vista futbolero, se le ha llamado “Azulgrana”, por albergar al Atlante, “Azul”, por ser sede de la Máquina Celeste y ahora, “Azulcrema”, por darle cobijo y pan, mientras se remodela el Azteca, al cuadro de Coapa.

Este capítulo tuvo situaciones interesantes, empezando por el hecho de que Pumas golpeó primero.

Luego, América fue un vendaval, convirtiendo en la figura del encuentro al arquero Keylor Navas.

Finalmente, el asedio tuvo éxito y de esa manera, el marcador se convirtió en una goleada.

De llamar la atención el nivel que maneja Alejandro Zendejas, volante americanista.

De pronta recuperación de la pelota, juega fácil, gambetea, sirve con ventaja y aparte, sabe hacer goles.

El sábado anotó un par, siendo el primero un poema, cuando con un toque sutil de zurda, la colgó del ángulo de la meta felina.

Este chico juega, gracias a la ceguera e ineptitud de nuestros dirigentes, para la selección nacional de los Estados Unidos. ¡Acá nadie le vio potencial!

Un poco al margen de lo sucedido en cancha, es impresionante como ambos directores técnicos, André Jardine y Efraín Juárez, en lugar de dar instrucciones a sus futbolistas, se la pasan queriendo dirigir al árbitro.

Lo de Pumas es muy triste. En una planeación que, evidentemente viene desde el vestuario, a la primera marcación en contra, seis o siete jugadores corren a rodear al silbante, buscando obviamente, intimidarlo.

Jorge Ruvalcaba, buen jugador, por cierto, se la pasa provocando todo el juego. Fue amonestado, aunque usted no lo crea, ¡por pellizcar a Álvaro Fidalgo!

El atleta requiere el 100% de concentración durante el juego. Estar más atento a lo que pita el de negro y a sacar de sus casillas al rival, solamente resta.

Lo del señor Juárez ya parece patológico.

Su comportamiento atenta contra los principios de la Máxima Casa de Estudios, amén de que creo, le pagan un salario…para estar en el banquillo.

 

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