De los aeropuertos de provincia, el de Cuernavaca resulta el “patito feo”. El de Cancún, que es sólo diez años más antiguo que el nuestro, es también el segundo más importante del país en número de vuelos nacionales y extranjeros. El número uno en la CDMX, el de Toluca no anda muy bien que digamos pero hace años dejó muy atrás al de Morelos, y ni hablar de las aeropistas, muy concurridas, de Monterrey o Guadalajara. Qué envidia. Y la paradoja de tan cerca del cielo y tan lejos de Dios, inútil para Cuernavaca la cercanía con la metrópoli más grande y poblada del país, el gran mercado que Morelos no ha sabido aprovechar durante décadas. Localizado en el municipio de Temixco, comunicado por carretera libre y autopista de cuota, en la pista las líneas aéreas duraron poco, ahuyentadas por la escasez de pasajeros, ahorcadas por la economía precaria. Todas volaron unos cuantos meses, aguantaron lo más que pudieron pero a acabaron aventando la toalla. Una solamente duró más, Aerolíneas Internacionales, hace dos de las más de tres décadas que ya cumplió el aeropuerto internacional “Mariano Matamoros”. Lejos quedó el 15 de abril de 1988, cuando el presidente Miguel de la Madrid vino a una gira y, acompañado del gobernador Lauro Ortega Martínez y el secretario de Agricultura y Ganadería, Eduardo Pesqueira Olea, estuvo en el desde su inicio llamado Aeropuerto Mariano Matamoros. Entonces, la de Cuernavaca era una de las pocas capitales de estado que no tenía estas instalaciones. Incluidas la terminal y la pista de 3 mil 100 metros, costó 10 mil millones de pesos viejos. Ideado para que andando el tiempo fuera alterno al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad México, inicialmente sería utilizado para la exportación de flores morelenses mediante el programa que, ideado por el Gobernador recordado por la alta cantidad de obra pública que realizó, sería luego mal logrado, abandonados a su suerte floricultores y aprovechado sólo parte del programa por un particular. Todavía en los ochenta, durante unos meses voló de Cuernavaca a Huatulco el bimotor de la empresa Aeromorelos que por falta de pasajeros terminó instalándose en la capital de Oaxaca. Sacada del aire en 2003 por la Dirección de Aeronáutica Civil, Aerolíneas Internacionales fue la que más tiempo permaneció. Después vendrían otras empresas: Mexicana de Aviación, Aerocaribe y Aeroméxico, pero también se fueron como llegaron, escasos los pasajeros a Guadalajara, Tijuana, Monterrey, etc. Una por una fueron bajando la cortina, y sin embargo quedaba el recurso de convertirlo en alterno al aeropuerto del ex Distrito Federal, para ello remodelada la terminal y presumidas con este propósito sumas millonarias durante la administración de Marco Adame Castillo. Cifras grandesque siguen ahí sin que gobierno alguno le haya sacado el jugo. Modernizada, de tamaño mayor que las de otras ciudades que tienen más movimiento, la terminal está razonablemente bien pero con muy poca actividad. En junio de 2013 volaba Viva Aerobús, a la que junto con Volaris la administración adamista subsidiaba con 4.8 millones de pesos semestrales que el gobierno de Graco Ramírez suspendió, dijo, para no seguir echándole dinero bueno al malo. Poco después, los despegues y arribes del jet de Transportes Aéreos Regionales (TAR) eran todo. Pero si no aviones de pasaje porque los viajeros de Morelos y Guerrero seguirán optando por la amplia gama de vuelos desde la CDMX en cuyas dos terminales circulan anualmente unos  35 millones de personas, quedaba la opción de traer naves de carga que descongestionaran el tráfico aéreo del Valle de México. Lo malo fue que jamás construyeron bodegas, y al no haber terrenos disponibles en las cercanías habría que hacerlas un tanto lejos, lo cual entorpecería las maniobras de carga, descarga y transportación terrestre. Hasta hoy con el signo del fracaso, los intentos por echar a volar al aeropuerto de Cuernavaca han ido y venido. Habría que empezar por barrer, lavar, trapear y fumigar los bordes de la pista que están convertidos en un basurero gigantesco. Tanta cochinada da vergüenza, ahí late un riesgo infeccioso… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán

/jmperezduran@hotmail.com 

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