Huachinantitla se llama una comunidad ubicada a dos kilómetros de la cabecera municipal de Tepoztlán, pequeña, habitada por unas trescientas personas. Son las 21 horas del viernes antepasado. Un tiroteo en un bar rompe el silencio de la noche. Más tarde, la gente se enterará de que dos hombres y una mujer fueron asesinados a balazos. Tenían entre 25 y 30 años. Ella era de complexión robusta, estatura baja y tez morena; vestía todo de negro, pantalón y blusa. Los dos hombres yacían boca abajo en el suelo, uno con pantalón azul y camisa de igual tonalidad, y el otro enfundado en una playera gris y pantalón negro. Los medios no le dieron seguimiento al caso. Total: dos asesinatos más hace tiempo que dejaron de ser noticia…

El columnista iba con frecuencia a comer a Tepoztlán. En cierta ocasión me permití bromear con el mesero, al que hacía años conocía. Le reclamé: “¿Ahora se cansan a las siete y por eso cierran temprano el restaurante?”. Contestó: “No. Lo que pasa es que han robado en comercios”. Lo dijo quedito, para que no lo escucharan los clientes de la mesa de junto. Mencionó como el lugar de hurto una tienda de ropa, pero no añadió nada más. Dos semanas después regresé al mismo restaurante. Me dijo a manera de saludo: “Coma con calma; cerramos a la misma hora, a las nueve”. Pregunté: “¿Agarró la policía a los ladrones? ¿Eran de aquí, de Cuernavaca o Yautepec?”. La palabra “policía” lo hizo sonreír. Respondió: “No fue la policía”. Insistí: “¿Entonces fueron los comerciantes que se organizaron y detuvieron a los rateros?”. El silencio del mesero me lo confirmó. Así era Tepoztlán, tranquilo y seguro. No como ahora.

Pero esto no significa que Tepoztlán haya perdido su magia. Tepoztlán es mágico. Cada año ofrece unas cuarenta fiestas en sus siete barrios con otros y los motivos de sus santos patronos, resaltada la solemnidad de los lugareños en la tradición prehispánica del Reto del Tepozteco que, enlazado a una serie de festividades, celebra en los últimos días de agosto y el 16 de septiembre. Lo hace mágico el ex convento de la Natividad, afectada, por cierto, por el sismo del 19 de septiembre de 2017, imponente esta construcción del siglo XVI declarado patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Comunidad. También es mágico gracias a su tianguis dominical, que junto con hoteles y restaurantes, las subidas al cerro del Tepozteco y una atmósfera de misticismo, lo distinguen como la comunidad morelense que más turistas recibe. Y Tepoztlán, donde los usos y costumbres de la colectividad han privilegiado el comercio para los oriundos y/o los adoptados, y prohibido los supermercados, las tiendas de conveniencia y demás franquicias que en las dos últimas décadas desplazaron a los negocios familiares en casi todo el territorio estatal.

Pero una vez el entonces presidente Felipe Calderón pretendió quitarle la magia a Tepoztlán. Los tepoztecos no buscaron al gobernador Marco Antonio Adame, quien, a diferencia de los gobernadores de Nayarit, Ney González, y de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, no protegió de la fobia de la derecha a las comunidades indígenas, como sí hicieron González y Herrera. Al día siguiente de que en la XXVI Reunión Nacional de Funcionarios Estatales de Turismo, realizada en Tampico en 2009, el secretario de turismo federal, Rodolfo Elizondo, anunció la cancelación de Tepoztlán, Papantla y Mexcaltitlán de la denominación de pueblos mágicos, Herrera informó que la Sectur había reconsiderado su decisión.

La historia suele poner las cosas en su lugar. Hoy día Calderón se halla en España, prácticamente prófugo, temiendo que una indiscreción de Genaro García Luna y el poder de Estados Unidos lo pongan en el camino de la extradición… (Me leen mañana).

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