Está considerada como la unión del pueblo contra la opresión y el atropello. En el caso del México actual, es la manifestación del hartazgo contra la corrupción y complicidad de policías y autoridades con el crimen organizado o la delincuencia “menor”. La pregunta que antecede a una ejecución colectiva es: ¿para qué entregar a los delincuentes a la policía si los va a liberar? Es entonces que, espontánea y en forma instintiva, sobreviene el ajusticiamiento colectivo por propia mano.
La referencia obligada a “Fuenteovejuna” es cuando ocurre una lapidación tumultuaria. Se trata de las obras de teatro clásicas del Siglo de Oro español, del dramaturgo Félix Lope de Vega y Carpio. Fue compuesta en tres actos, en 1613, y publicada en Madrid cinco años después como parte de las comedias del dramaturgo madrileño. A más de poco más de cuatro centurias de su aparición, ante la ausencia de la justicia de quienes deberían procurarla, esta escenificación mantiene vigencia en México. Del archivo del columnista: 26 de noviembre de 2004. Comunidad de San Juan Ixtayopan de la delegación Tláhuac.
Al linchamiento de los policías de la Federal Preventiva siguió un tipo de linchamiento político. Funcionarios y medios de comunicación afines al presidente Vicente Fox y al Partido Acción Nacional pretendieron culpar al gobierno de la Ciudad de México, es decir, al hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, de que la policía capitalina no llegó a tiempo para evitar la muerte de los dos federales y las heridas a uno más, la noche del martes 26 de noviembre de 2004 en la comunidad San Juan Ixtayopan de la delegación Tláhuac. De nada les sirvió a los jefes de las corporaciones policiacas insistir en que las circunstancias de tiempo, de distancia y del tráfico atascado hicieron materialmente imposible enviar refuerzos, con la rapidez y el número de uniformados que urgía la emergencia. Y sin embargo, esa no fue la esencia del problema, y sí la alta carga de irritación social que suele degenerar en hechos de barbarie, sin duda lamentables cuanto condenables.
En Morelos, las imágenes de la noche negra de Ixtayopan hicieron recordar a Temoac. Ahí, a mediados de los setenta, una muchedumbre enardecida agarró y quemó vivos a cuatro agentes de la Policía Judicial. Y en el mismo municipio, que como tal se erigió en junio de 1977, el 10 de abril de 2003 irrumpió una oleada de efectivos de la Judicial y la Preventiva Estatal. Reprimieron a la población, allanaron y saquearon casas, golpearon a un centenar y detuvieron a veintidós hombres y mujeres que estuvieron presos tres meses en el penal de Atlacholohaya. Confrontados en dos grupos, uno fue acusado por la entonces alcaldesa Mari Paz Barreto de secuestrar a su esposo Fernando Sánchez Ríos. Andando las semanas, el Gobierno del Estado se comprometió a pagar indemnizaciones a ochenta y ocho vecinos que fueron vapuleados por los “guardianes del orden”. Pero no cumplió y ese fue, precisamente, el reclamo que los afectados hicieron al entonces gobernador Sergio Estrada Cajigal. Andaba de gira en Temoac, y ante los reproches expresados en gritos, cartulinas y una “manta” fueron tachados como una bola de “alborotadores” en un acto oficial para la colocación de la primera piedra de un mercado que interrumpió el enojo del secretario estatal de obras públicas, Pedro Leetch Balcázar. En esos momentos de una atmósfera cargada con los rencores de los temoaquenses, fueron revividas las imágenes de aquel linchamiento del 75 y las de la delegación Tláhuac… (Continuará mañana).
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