Miles de tarjetahabientes acuden a los cajeros externos a sacar efectivo y otros retiran sumas mayores en las cajas de los bancos. Las imágenes son recurrentes, de personas esperando turno para pasar a las cajas, unas haciendo “cola” y otras aguardando sentadas a que aparezca su número en la pantalla. Las cajeras no se dan abasto, apenas acaban de atender a un cliente y ya se acerca otro. Es sabido que trabajan como esclavas, que sus salarios son pequeños, grandes sus responsabilidades e inquietantes sus tentaciones. Los empleados bancarios sufren explotación laboral, tienen prohibido organizarse en sindicatos y esto es algo que nunca le ha importado al gobierno. En este sentido lo comenta un cliente, enojado porque hace una hora que llegó y según ve las cosas le llevará media más hacer su trámite. Variada la gama de personas, hay señoras y señores, jóvenes y viejos, empleados y dueños de negocios, clientes habituales que saludan por sus nombres al personal, alguna chica que intenta pasarse de lista pasando directamente a una de las cajas. Gorras y lentes oscuros están prohibidos, también usar el celular. Sin embargo, muchos “watsapean” o sólo checan sus “feices”. Eso parece. Pero, ¿qué tal si la muchacha que aparentemente teclea un mensaje inofensivo en realidad le está avisando a su cómplice que un señor acaba de retirar una fuerte suma de dinero? Imposible saberlo, pero es posible que esté describiendo a la víctima en curso, su edad aproximada, si es alto, chaparro o de estatura regular; cómo va vestido, los colores del pantalón y la camisa, si del banco ha salido solo o acompañado y en qué lleva el dinero, en uno o los dos bolsillos del pantalón, en portafolios o en un “vaspapú”. Todos los datos para que sus cómplices no fallen el golpe. Desprevenido, el señor es interceptado cerca del banco, si caminando va para abordar su automóvil, o seguido cuando ya conduce y parado cuadras adelante. Los asaltantes lo amedrentan con sus armas, le arrebatan el dinero, huyen en un vehículo usualmente con reporte de robo y nada han hecho los testigos para evitar el atraco, pues temen por sus vidas. Al rato llegan los policías, preguntan cuántos eran los delincuentes, para dónde y en qué se fueron, abordan la patrulla, prenden la sirena y salen quemando llantas en busca de los rateros. El modus operandi es un cartabón que la autoridad conoce, una película mil veces vista e impunemente repetida. Ejemplo: el profesor pensionado que ahorra para comprarle un coche usado a su esposa. Van al banco por el dinero, toman un taxi para trasladarse al lote de autos, pero cuando llegan y apenas están pagando “la dejada” dos sujetos que aparecen de la nada los sorprenden. Por supuesto están armados, les quitan el dinero, huyen corriendo unos metros en sentido contrario al tráfico vehicular y a la vuelta de la esquina se van en otro taxi. A los dueños de los bancos no les interesa la seguridad de sus clientes, y de ahí que no inviertan contratando policías para las sucursales… Desplegado a partir del miércoles 15 por la Secretaría de Seguridad Pública de Cuernavaca, el “Operativo Quincena Protegida” evitó atracos en bancos y cajeros, lo que los cuentahabientes reconocieron al alcalde Antonio Villalobos. Al contrario del funcionario que, falaz, se adjudicó las aprehensiones de delincuentes “pesados” que ciertamente fueron capturados, pero por fuerzas federales y en otros estados… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán jmperezduran@hotmail.com 

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