Con los primeros registros al cargo de Coordinador de Comités de Defensa de la Cuarta transformación arrancó la contienda de Morena por la candidatura a gobernador de Morelos. Ayer amanecieron como los primeros registrados Lucía Meza, Margarita González Saravia, Rafael Reyes Reyes, Juan Salgado Brito y Rabindranath Salazar Solorio. Y ayer también se registraron Víctor Mercado Salgado, Sandra Anaya y Juan Ángel Flores.

De estos hombres y mujeres surgirá el siguiente gobernador o gobernadora de nuestra entidad.

En otro tema, nos limitamos a revisar algunas de las aristas en una situación por lo demás compleja: el comercio ambulante, informal, callejero o como se antoje llamarlo.

Ha existido, y en la espiral de México llegó a lo endémico a partir de las crisis económicas, devaluaciones y fugas de divisas que arrancaron por allá de los años setenta, cuando el presidente era Luis Echeverría y gobernaba en Morelos Felipe Rivera Crespo. Más de medio siglo ya del crecimiento exponencial, bárbaro, de la informalidad económica; de que al comercio callejero lo nutren el desempleo y la baja del poder adquisitivo de la gente común, recrudecido en los ochenta de la centuria pasada el corporativismo y el clientelismo. Esto sin soslayar que el ambulantaje es también fuente de ingresos “no oficiales” entre líderes y funcionarios corruptos.

Cuernavaca no ha escapado a tales fenómenos que cíclicamente les revientan en las manos a la autoridad, como se constata en la capital morelense.

La economía informal no es un fenómeno nuevo, su aumento se asocia al crecimiento de la población y el escaso crecimiento económico, pues el sector formal no genera los empleos que la gente necesita. En situaciones de crisis –siguiendo a los que sí saben de esto–, la economía informal tiende a incrementarse, ya que la escasez de fuentes de trabajo obliga a las personas a emplearse en actividades no reguladas. Por eso, mientras la crisis económica continúe la informalidad será una constante que seguramente no se reducirá con crecimientos modestos de la economía, pues la población sigue creciendo y con ello demandando fuentes de empleo.

Ante este breviario economista, que no es otra cosa más que un verdadero relajo reflejado en las bolsas del mandado de las señoras y en los bolsillos de los señores, debe enfatizarse que la solución efectiva y terminante es así también de sencilla: habría que crear empleos productivos de pago constante y sonante, no sólo planes y reformas.

En otro ángulo, la economía subterránea es una actividad, relacionada con la venta que realizan las personas en su casa. Esto quiere decir que tienen dos características que son no pagar impuestos ni cuota o aportación alguna. Este tipo de población económicamente activa se integra por personas que comercializan joyería, zapatos y otros tipos de artículos en sus moradas, pero asimismo los chicos y grandes que ofertan chicles, flores y dulces en los cruceros y, de años a la fecha, narcomenudistas disfrazados de fenicios callejeros reclutados por “la maña”.

Por si todo esto no fuera suficiente, el sistema corporativista se combina con el clientelismo, el cual opera también para los mercados municipales y centrales de abasto. Exactamente como ocurre en el “Adolfo López Mateos”. Las autoridades capitalinas de muchas administraciones han sudado tinta para medio solucionar los conflictos políticos y sociales derivados de tal fenómeno.

A ojo de buen cubero, de lunes a viernes en las poco más de 300 colonias de Cuernavaca se han calculado unos cuatro mil ambulantes o semifijos, pero los fines de semana la cifra supera los seis mil comerciantes informales.

Es así que, entre informales, clientelares y subterráneos –casi todos corporativizados–, el asunto está de locos. Un gran porcentaje de la economía mexicana opera ilegalmente, pues es más rentable. Mientras, como sucede en cada sexenio, persiste el riesgo del incumplimiento de las metas oficiales, que se equilibre la economía, continúe el endeudamiento de empresas y familias y resulten insuficientes inversión y empleo. O sea: sólo hay dos sopas: de fideos y de jodeos… (Me leen mañana).

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