El asunto tiene que ver con la seguridad, y se relaciona con los tiempos en que la gente de pueblos y ciudades podían dormir con las ventanas abiertas y la puerta “emparejada”. Entre otras cosas, era porque los pueblos no habían irrumpido en el estadio de la explosión demográfica.De los años veinte a la década de los sesenta había policías como tales, pero también existían cuerpos de vigilancia comunitaria que provenían de los usos y costumbres, y eran integrados por vecinos de barrios, pueblos y colonias.

Los jefes de manzana, ayudantes municipales y mayordomos de los pueblos originarios cumplían funciones de vigilancia y mantenimiento del orden. A los vecinos-policías les correspondías las “rondas” diurnas y nocturnas, tenían la obligación de cuestionar a propios y extraños sobre sus “generales”, con más a trasnochadores y parranderos. Si era conocido se obviaba el interrogatorio, pero para el extraño o visitante la pregunta era porqué su presencia nocturna, conminado a retirarse al domicilio, casa de huéspedes u hotel donde tenía previsto pasar la noche. El policía de barrio o vecinal era honorífico, no cobraba salario del ayuntamiento ni del gobierno estatal, y eso se debía a que el deber cívico de velar por la seguridad y tranquilidad de la familia propia y de los vecinos se consideraba un servicio comunitario.Años más tarde, las acciones de “vecino vigilante” ante el embate de los “cobros de piso” y “protección” contra comercios, changarros y empresas obligaron a laorganización vecinal, aunque en pocos puntos del territorio estatal y sin volver del todo a la policía formada por vecinos. En otros tiempos, el trabajo de vigilancia había sido sencillo y sin mayores complicaciones…

Ahora sí que, para empezar desde el principio, debemos irnos al origen de la palabra. Dicen los que saben que se reconocen varias acepciones de la raíz de la palabra “policía”. Una proviene del latín y se relaciona con los conceptos de “polis”, es decir, ciudad, y de “politicus”, relativo al gobierno. Otra más proviene del griego “politikos” (qué lingüista se puso el atrilero), relativo a la ciudad y al Estado, perteneciente al gobierno. Y una acepción más la define como civilización, cívico, orden, buen gobierno, etcétera. En conclusión, y aunque nos parezca lejano y hasta contradictorio con la fama pública de las corporaciones policiacas, el policía es (o debería ser) sinónimo de “buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas y que hace cumplir las leyes y ordenanzas establecidas para su mejor gobierno”. Para ello se crea un cuerpo de agentes o dependientes inmediatos de la autoridad política, destinado a la conservación del orden y a velar por la seguridad del vecindario, a la persecución de vagos, malvivientes, definición esta última que se apega a la nostálgica descripción que hicimos antes.El antecedente del policía vecinal, de barrio o comunitario quizá se encuentre en el conocido como “sereno”. El apelativo de “sereno” se debe al grito que emitía el vigilante nocturno, al anunciar que no había novedad ni peligro en el barrio. Daba la hora y la expresión era: “sin novedad: ¡las nueve y serenooo!”. No se trataba exactamente de un policía, pero prevenía o delataba cualquier emergencia o sobresalto, ya fuera con un silbato o campana. Después vino la contratación de policías asalariados por parte de los gobiernos federal, estatal y municipal. (Me leen mañana).

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