En la “cultura” del abuso de lo que se trata es de joder al prójimo, de quitarle tiempo y dinero. ¿A poco no? Echémosle un ojo a la realidad. El contador está “educado” para jinetear el dinero ajeno, la letra chiquita de los contratos es para evadir pagos y responsabilidades del pez grande que así se come al chico, las empresas telefónicas inventan llamadas que paga el cliente cautivo y engordan la cartera del hombre más rico del mundo, y en eso de sacarle la plata a quien se deje los banqueros se pintan solos. Son de lo peor, se nota a leguas que intercambian bases de datos, usan los propios o los toman del directorio telefónico para llamar a celulares o irrumpir en domicilios particulares. Operan arbitrariamente, sin el consentimiento de los destinatarios y el disimulo de la autoridad. Equipos de empleados para ello entrenados y mal pagados ofrecen cualquier cosa: tarjetas de crédito, seguros de vida, de gastos médicos, de coches, y siendo tantas las llamadas algunos caen, incautos o no, atraídos por los “pagos chiquitos” y argumentos convincentes. Otros casos despiden tufos de negocios por debajo de la mesa. Ejemplo: el dueño de un taxi robado al fin tiene el cheque de la compañía que le vendió el seguro. Lo ha conseguido no sin grandes trabajos, luego de semanas o meses de que reportó el robo en la Fiscalía de Justicia y llevó los papeles a la empresa de seguros. Típico: el ajustador se la hizo “cansada”, pretextó la autorización de su jefe para empezar el trámite del pago de la póliza y el jefe anónimo trajo dando vueltas al cliente so pretexto de que su asunto depende de la aprobación de las oficinas radicadas en la Ciudad de México. El concesionario fue y vino, pidió la asesoría del “gestor” del sitio de taxis, gastó suela, dinero y tiempo pero como quiera recibe el cheque que, no obstante el seguro contratado, a la hora de la verdad no resulta de “cobertura total”. Así que el coche que le fue hurtado no le será pagado a valor comercial, rebajado el precio un veinte o treinta por ciento en el famoso “libro azul”. Sin embargo, algo recuperará; peor sería nada. Además, por ley los taxis deben estar asegurados, miles en la zona conurbada de Cuernavaca y miles más en el resto del territorio estatal. Para acabarla de amolar, como a diario se roban taxis, sobre todo Tsurus, las primas cuestan un ojo de la cara. Pero cuando luego de semanas o meses la víctima logró superar la tramitología de la compañía aseguradora y está a punto de recibir el cheque, llegan al colmo de condicionarle el pago del documento a que compre al banco un seguro de gastos médicos, cómodo, en abonos mensuales, descontado automáticamente el primero al momento de hacerle efectivo el cheque que además no es endosable. Los nombres de las compañías aseguradoras y los bancos son parte del medio transporteril. Permisionarios de taxis y ajustadores de sitios pagados para que hagan trámites diversos hablan de negocios turbios de compañías que tienen aseguradas docenas de miles de taxis de Cuernavaca y del interior. Pero poco pueden hacer. Recurrir a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) es como volver a empezar, engorrosos, enredados los trámites, gratuitos, sí, pero costosos en términos de tiempo. Una especie de impunidad en delitos de cuello blanco que no cesan ni en Semana Santa… DEL correo atrilero, esta perlita reenviada a propósito de estos días que para muchos no son precisamente de guardar: “La quinta del número 88 de la calle Tulipanes en el fraccionamiento Lomas de Cuernavaca que un fin de semana sí y otro también es rentada a grupos de jóvenes chilangos. Protagonizan fiestas maratónicas en medio de la música estruendosa, el alcohol y presumiblemente drogas que arrancan las noches de viernes y suelen prolongarse hasta las tardes de domingos, cuando los fiesteros por fin se retiran a la Ciudad de México. inútiles las quejas de los colonos al administrador del fraccionamiento quien, si se dice atado de manos no desquita el salario, lo son también los telefonemas a la Comuna temixquense”... (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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