En Cuernavaca suelen hacerse las cosas al revés. Es el caso del edificio del Congreso Estatal, al que en lugar de construir alejado del primer cuadro lo metieron en la zona de El Vergel de la colonia Amatitlán, a tiro de piedra del centro comercial Adolfo López Mateos, en medio de una zona complicada por el tráfico vehicular y la movilidad humana. En enero de 2016, estaba apenas en proceso de construcción y ya había dañado la ecología, derribados docenas de árboles y violadas con descaro otras normas del medio ambiente. Desde el principio las obras de la edificación contrariaron a los vecinos de las colonias Santa Veracruz, Atlacomulco, Fovissste Cantarranas y Patios de la Estación, pero la protesta no creció como para parar el proyecto. Dos años después, el 28 de febrero de 2018 las flamantes instalaciones eran inauguradas por el entonces gobernador Graco Ramírez, en medio de denuncias de políticos de oposición a los diputados en turno por un presunto desvío de cientos de millones de pesos, señalamientos de áreas inconclusas y servicios deficientes o de plano inexistentes de agua potable y energía eléctrica. 

Mientras tanto, el antiguo edificio de Matamoros ya había sido cerrado y, probablemente falso el dato de que había sido dañado por el sismo de septiembre de 2017, cedido a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, pero sólo de manera virtual. Por esos días menudearon los comentarios de carácter histórico, como este del columnista que recordó: los diputados locales no siempre sesionaron en Matamoros. Hasta el gobierno 1976-82 de Armando León Bejarano lo hicieron en el segundo piso del Palacio de Gobierno cuando el número de legisladores era mucho menor, siete o nueve, entre otros Rafael Jiménez Valdez, Jesús Adame Giles y Sofía Rojas Ruiz. 

En el predio de Matamoros que se convertiría en sede legislativa, Bejarano casi había terminado la construcción del Teatro de la Ciudad, estaban listas las butacas, las tramoyas y otras instalaciones, pero a poco de asumir la gubernatura el luego bien recordado gobernador, don Lauro Ortega Martínez, lo habilitó como Palacio Legislativo. Irónico, el populacho comentó, refiriéndose a la figura popular del diputado: “de todos modos, teatro será”. Había pasado más de un siglo de la instalación del primer Congreso Constituyente Constitucional de Morelos en un pequeño teatro de Yautepec, donde emitió su primer decreto, el 30 de julio de 1869, al declarar gobernador constitucional al general Francisco Leyva. 

Como ya apunté, a mediados de los setenta León Bejarano inició la construcción del Teatro de la Ciudad en el predio situado entre Matamoros y No Reelección, pero en 1982 don Lauro Ortega ordenó la conversión del Teatro de la Ciudad en el recinto legislativo que funcionó hasta septiembre de 2017, cuando a consecuencia del temblor del 1917 fue dictaminado como inhabitable y el Congreso de Morelos se trasladó provisionalmente a la Casa Cataluña. 

Regresado el edificio de Matamoros 10 en marzo de 2019 a la esfera del Ejecutivo, por estos días la Secretaría de Administración ha anunciado que solicitará a la de Obras Públicas que haga un dictamen estructural de la antigua sede del Congreso, para sopesar la posibilidad de convertirlo en oficinas de dependencias oficiales por cuyas rentas el Gobierno del Estado gasta millones de pesos. Pero se antoja más inteligente venderlo, incluso como terreno, para quitarle un poco de presión al centro histórico… (Me leen mañana).


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