Vaya a ser que las recámaras queden en Puente de Ixtla y la sala en Xoxocotla, o el corral en Coatetelco y la cocina en Miacatlán. Algo así, detectadas irregularidades por la Junta Local Ejecutiva del Instituto Nacional Electoral (INE) en los límites territoriales que el Congreso aprobó entre las poblaciones de Coatetelco y Miacatlán así como Xoxocotla y Puente de Ixtla. Los diputados pudieron contestar: “cartógrafos no somos”, pero de todos modos el dicho apéndice del INE revisó en campo los límites para checar que, por ejemplo, no hubiesen partido una manzana, calle o casa y unas partes quedasen en un municipio y otras en el otro. La precisión de dónde comienza la tierra de uno y dónde empieza la propiedad del vecino tendrá que ver con las elecciones de 2021, las primeras de alcaldes y fracciones de diputaciones locales en las nuevas demarcaciones municipales de Coatetelco, Xoxocotla y Hueyapan. Lo cual es importante pero no tanto como la parte económica, sentenciados a la pobreza presupuestal antes de nacer los tres municipios no por su condición indígena, sino debido a que carecen de fuentes grandes o al menos regulares de ingresos propios como, por ejemplo, sucede en Tepoztlán pero no en Temoac. Condenado a la pobreza este municipio de la región oriente, los fifis del gabinete estatal desconocen su historia. La mañana del 17 de marzo de 1977, la gente común de Cuernavaca no sabía lo que estaba a punto de suceder, pero sí el gobierno y los periodistas, reportado por el trabajo de “inteligencia” de los “orejas” de Gobernación, la Zona Militar y la Policía Judicial el contingente de Temoac que, tras salir caminando del crucero de Amayuca y pasar la noche de la víspera a la altura de la colonia La Joya, venían al Zócalo. Llegaron pardeando la tarde, eran cientos, colmaron la Plaza de Armas. Compuesta la muchedumbre mayormente por hombres, se les notaba extenuados luego de andar unos sesenta kilómetros. Y hostiles, decididos a no regresar a sus pueblos de Temoac, Amilcingo, Popotlán y Huazulco sino hasta haber conseguido su propósito. Querían ser municipio y lo lograrían topara en lo que topara. Estaban hartos de ser marginados, de que los alcaldes salieran de la cabera municipal, Zacualpan, y no de las ayudantías, así que la enésima imposición de un candidato del PRI acicateó la protesta. Pero nada sabía el gobernador Armando León Bejarano a propósito de cómo se las gastaban los pueblos de la región oriente. Impuesto un año antes por el presidente Luis Echeverría como gobernador de Morelos, recién había llegado con su séquito de la Legión Extranjera a gobernar una tierra que desconocía. Aquella tarde lo sacudió la rebeldía de los ejidatarios, los peones, los profesores, las señoras del Morelos rural. Eran tantos que no cupieron en el Salón Gobernadores, de manera tal que sólo pasó una comisión integrada por unos doscientos. (Meses atrás había sido encontrado el cuerpo de Vinh Flores Laureano, un joven profesor que lideraba causas sociales en comunidades de la zona oriente, por lo que sus seguidores estaban seguros de que su ejecución había sido ordenada desde alguna oficina del gobierno. Vinh era tío de Samir Flores Soberanes, ultimado en su casa de Amilcingo el 20 de febrero anterior). Adentro no olía precisamente a rosas, hacía tres días que los rebeldes no se bañaban, Bejarano y los funcionarios de su círculo cercano apretaban las narices haciendo gestos de “fuchi”. Entraban al despacho contiguo al del Gobernador para parlamentar, regresaban una y otra vez al salón con piso de madera para tratar de convencerlos de que en términos económicos no procedía la creación del municipio de Temoac. En vano Bejarano recurría a su discurso de campaña, de “la unidad morelense”. Demagogia pura. Juntos, Temoac y los tres pueblos satisfacían el requisito constitucional de tener un mínimo de diez mil habitantes, sus ingresos directos se reducirían al cobro de piso del mercadito de Temoac, en el costado de la ayudantía municipal, pues el impuesto predial era recaudado por el Gobierno del Estado, pero quedaban las participaciones federales que pretextaban les serían suficientes. La discusión continuó, los “temoacos” se mantuvieron firmes y aguantaron hasta la madrugada, cuando por fin Bejarano cedió a la fundación del municipio 33… Hoy, la diferencia entre el Temoac de hace 42 años y Xoxoxcotla, Coatetelco y Hueyapan es que éstos tendrán la recaudación del impuesto, pero no obstante que ello apoyará sus economías de cualquier manera habrán nacido pobres. Que diputado o mandatario alguno haya siquiera intentado evitarlo, también es un hecho que pasará a la historia… (Me leen mañana).

José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com

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