De ascendencia mixteco, Hugo Aguilar Ortiz es el primer presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de ascendencia indígena, y por primera ocasión los nuevos magistrados fueron electos por el voto popular. Esto es histórico, como también lo es que los nuevos magistrados acordaron bajarse los sueldos y eliminar privilegios en la SCJN, entre otros, los seguros millonarios de gastos médicos y los salarios superiores al de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. A este respecto, un magistrado del Tribunal Superior de Justicia del estado de Morelos confió al columnista que en Morelos harán lo mismo, implantando una política de austeridad.
Abundan los testimonios de la corrupción que por años campeó en el poder judicial. Aquí algunos: Yo reconocí plenamente a ese hombre. Se lo dije al Minis- terio Público sin titubeos. Tenía el cabello lacio y la nariz chata. Era obvio que se trataba de José Inés, “El Polluelo”, el tratante que me explotó sexualmente durante cuatro años, desde que yo tenía 12. “El Polluelo” me tiró pura labia, me dijo que “su primo” estaba enamorado de mí, que me daría una vida muy buena. Su labor era enganchar niñas como yo. Viví un infierno en el que calculo que me violaron más de 30 mil veces. Aunque le dije al Ministerio Público que no tenía dudas de que el detenido era culpable de todo lo que me había pasado, un juez de distrito en Tlaxcala lo liberó. Mintió al decir que no había pruebas suficientes y echó a la basura 12 años de esfuerzos por atraparlo, en los que incluso se involucró Santiago Nieto, ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera...
El imputado era un hombre al que una investigación ubicaba como un jefe de plaza de los Zetas, en la zona de Cuenca de Burgos. A punto de ser sentenciado, el juez le dijo al abogado litigante que necesitaba su ayuda porque lo iba a absolver. Dijo mentiras al afirmar que te- nía “dudas ilógicas”, por ejemplo, que las huellas dactilares que presentaron los peritos no eran concluyentes con las del imputado porque “faltaba un pedacito de huella dacti- lar”, pero que en el expediente estaba asentada una estatura y a la hora de medirlo resultaba unos centímetros más bajito. El litigante manifestó que no era posible liberarlo por detalles como esos, pero el juez pretex- tó: “es lo mejor”. “El Polluelo” quedó libre; no fue castigado por lo que hizo.
Hace algunos años que un empresario tenía aprobado un proyecto de desarrollo urbano que, aunque legal, resultaba controversial. Luego de varias instancias judiciales –y años en el juicio– un día emitieron en contra del proyecto, que por haber estado detenido varios años se dio por abandonado. Luego de varias semanas el empresario tuvo oportunidad de hablar con el juez. A punto de retirarse, el juzgador pretextó: “Espero que entiendas que había presión para nosotros; los medios de comunicación se nos hubieran dejado ir con todo”.
