“Tengo mi feis”, dicen ellas y ellos, chicos y grandes.

 En las pantallitas de los teléfonos inteligentes, en los marcos de las laptops y las mamparas de las computadoras de escritorio hay cosas buenas y malas, importantes e intrascendentes, reprochables y encomiables.
 ¿Todavía hay quienes lo dudan? El Facebook sirve para buscar a la mascota perdida, perrito o perrita, gatito o gatita, de raza o mestizos, finos o corrientes lo mismo da porque todas y todos son queridas, les hablamos en diminutivo y por fortuna regularmente son halladas gracias al “feis”.

 Pero en ese todo también irrumpen los sujetos mentirosos que alardean de “detectives de sucesos de historia” y, plagados sus textos de barbaridades gramaticales, se delatan como asesinos de la ortografía y la sintaxis que secuestran textos ajenos y aún tienen la desfachatez de presumirlos como propios.

 Igualmente vemos a los cronistas que lo son efectivamente, pues saben escribir y transmiten la regla de kronos en el tiempo compartido.

 Por desgracia no falta la vanidad que muestra sus complejos, se publicita con o sin motivo, sube fotos a diestra y siniestra.
 Ejemplo: reboza la pequeña pantalla una imagen de señora gorda a quien sus viejos conocidos recuerdan como la ex condiscípula esbelta que mutó en la matrona obesa que hoy se resiste ser y posa sumiendo la panza descomunal, conteniendo la respiración agitada, sonriendo con mucho trabajo.

 Pero a cambio se encuentra la fotografía espontánea del matrimonio con tres décadas a cuestas que no les pesan, las disfrutan en la sencillez de la gente sin falsas pretensiones.
 O el grupo de amigos que se tomó “la del recuerdo” un día de quincena en el restaurante ni caro, barato y tampoco exclusivo sino uno regular, lo cual no importa cuando de lo que único que se trata es dejar constancia de la convivencia entre personas que se aprecian.

 Otra: se fueron de vacaciones en un “viaje ahora y pague después”, ocurrió años atrás y la pareja no ha vuelto a salir porque lo siguen pagando, pero eso sí: presumen la experiencia antigua como un evento reciente.

 O la pareja pretenciosa cuya imagen aparece formada en la fila del show del cantante de moda que cuesta cinco mil pesos el boleto de entrada, pero no entraron, nomás se pusieron en la “cola” para presumir la foto a sus amigos.

 O el gordo con la lonja saliéndosele del short que sonríe con una cerveza en una mano y el bloqueador solar en la otra, pero la piscina no es la de su casa, pues no tiene, sino de la quinta del compadre al que un domingo se le apareció.
 O el gorrón contumaz que usa su “feis” para hacerse invitar a reuniones de historiadores y cronistas en ciudades alejadas de la que reside, sorprendiendo a personajes de buena fe a los que les pide el patrocinio de boletos de avión y hospedaje no sólo para él, también para la señora que habitualmente lo acompaña en los tours de “gorra”.

 Hay de todo, pues, incluido el hombre de condición económica modesta que hace labor social sin aspavientos, discreto cuando no anónimo.

 Concluyamos diciendo: el “feis” o el escaparate de la libertad –¿y el libertinaje?– que no hubo cuando nuestros ancestros fueron jóvenes.

 El Facebook o la plataforma de la internet más preferida en el mundo que tiene en México unos 80 millones de usuarios.

 Y adivinó el lector: seguramente muchos más en estos tiempos de la pandemia del Covid-21.
 Cosa que confirma esta nota del portal “Xalaka-México”: Las restricciones derivadas de la pandemia de Covid-19 han venido a cambiar los hábitos de las personas en todo el mundo.
 En el caso de México y dentro de este escenario ¿qué están haciendo las personas para entretenerse mientras no pueden salir? La respuesta rápida: se la pasan en Facebook… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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