Eclipsadas por la cotidianidad de la violencia, las noticias positivas suelen pasar desapercibidas a la sociedad. Es el caso de la ley de Equilibrio Ecológico y Protección al Medio Ambiente que el viernes aprobó al Congreso Estatal. Una buena nueva pese a que los diputados tardaron cuatro meses para aprobar este ordenamiento contra la contaminación, y que deberá pasar un año más para que, valga la redundancia, las empresas grandes empiecen a dejar de usar las bolsas de plástico de un solo uso, es decir, las tiendas de conveniencia, los supermercados, etc., y otro año para que hagan lo propio las empresas pequeñas, o sean, tiendas de barrio, locales y puestos de mercados y tianguis, etc. En términos de tiempo, algo parecido a los procesos de legislaciones similares en otras entidades, como sucede en la Ciudad de México. Y a final de cuentas, el tema de la contaminación global en el que el columnista ha sido insistente, como este comentario de abril de 2015 que da una idea de la gravedad de un problema que envenena el planeta: También llamado “séptimo continente”, se encuentra en medio del Océano Pacífico. Se trata de una isla de tamaño incalculable formada por cepillos de dientes, zapatos, llantas, ropa y toda clase de desperdicios plásticos. Aunque han pasado años desde su descubrimiento, todavía no hay una solución para retirar estos residuos y parar el severo impacto al medio ambiente marino. “El séptimo continente” fue descubierto por Charles Moore el 13 de agosto de 1997. Navegaba en su velero desde Hawaii hasta California cuando, al desviarse de la ruta planeada, encontró flotando en el agua una hilera de botellas de plástico, envases, ropa, bolsas de basura, entre otros muchos materiales que integran una “isla de basura” de dimensiones incalculables. El reporte técnico o explicación sobre el motivo de la acumulación de tal vertedero en medio del Océano Pacífico, es la confluencia en ese punto de la corriente en vórtice del Pacífico Norte con los vientos Alisios del sur, que se mueven en direcciones opuestas. Esto da lugar a un remolino que impide que los desechos plásticos se dispersen hacia las costas. En cuanto a la procedencia de estos residuos, el 80 por ciento de la basura acumulada en ese punto proviene de zonas terrestres llegadas a través de ríos, aguas residuales y playas. Es decir, provenientes de nuestros botes de basura, de los contenedores públicos, de las bolsas de plástico llenas de basura dejadas en las calles. El 20% restante está asociado a barcos y a otras plataformas marítimas. Hay bastante controversia respecto a su tamaño. Mientras la National Weather Service Marine Forecasts (NOAA) asegura que no es posible realizar un cálculo aproximado del tamaño y la masa de la isla porque sus límites no están determinados, Greenpeace confirma que su longitud es mayor que la del territorio del estado de Chihuahua, el más grande de México. Por su parte, el Centro Nacional de Estudios Espaciales Francés (CNES) asevera que mide 22 mil 200 kilómetros de circunferencia y su superficie asciende a 3,4 millones de kilómetros cuadrados. Debates aparte, en lo que sí coinciden es en la concentración de polímeros de plástico, siendo hasta siete veces superior a la concentración de plancton. La isla no es visible mediante fotografías por satélite, ya que la gran parte de los residuos no está flotando en la superficie, sino se encuentran en forma de partículas suspendidas en la columna de agua, lo que ha llevado a muchos investigadores a compararlo con una “sopa de basura”. El principal inconveniente de la mancha del Pacífico no es su antiestética presencia, sino el impacto que genera sobre el medio natural marino, verdadera “víctima” de la mala digestión de nuestros residuos. El descubrimiento de este “séptimo continente” hace 18 años no es un hecho aislado. Se han observado concentraciones similares de plásticos en zonas como la costa sur de Japón o en el área norte de Hawaii. Esto hace pensar que pueden existir más áreas donde las condiciones del viento y de las corrientes marinas favorezcan la acumulación de plásticos. De hecho, en España existen puntos negros de contaminación marina perfectamente localizados, tales como el Estrecho de Gibraltar o Algeciras… Resumiendo, dondequiera que vaya la gente y apeste, es por aguas contaminadas. Y de indignación los reclamos de jóvenes y adultos. Las personas antiguas de Temixco añoran los tiempos de cuando eran niños y “subían” a nadar en el río del Pollo, y los septuagenarios del centro de Cuernavaca evocan los chapuzones en el canal de Chapultepec, límpidas sus aguas, heladas aquí y un tanto cálidas en el municipio vecino, repletas de peces multicolores, ranas verdes y ajolotes grises... (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp